"Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo, o que pase de largo, depende en parte de ti"


.

lunes, 31 de diciembre de 2012

Bring dich




O “bring dir”, que en alemán significa “te lo ofrezco”. De aquí parece venir el término brindis.

Brindis. Pienso que lo mejor que podemos hacer en este día de mudanza de año es brindar. Brindar por todos.

Yo brindo. O sea, alzo mi copa, y la ofrezco antes de beberla. Ofrecernos. Qué gesto más sencillo y más bello. Ofrecer a los demás antes de disfrutar un vino o un rato bueno, que los malos ya vienen solos y pedimos ayuda casi automáticamente si vienen dificultades. Brindar es compartir con los demás los buenos ratos. Ofrecer a los demás nuestro ratico bueno. Nuestra alegría. El brindis y todo lo que significa quizá sea el mejor antídoto para la epidemia de egoísmo que está en el origen de tantas cosas que quisiéramos que no hubieran pasado en los años a los que hemos ido dando carpetazo.

Brindo. De modo especial, por los que nacerán en 2013 y por los que se casarán en 2013. Y en general, por un 2013 que traiga 365 amaneceres. Y brindo por todos, y me brindo – ofrezco - a todos, para que sepamos convertir cada amanecer en una gran oportunidad de ser felices y de hacer felices a los demás.




sábado, 22 de diciembre de 2012

It's true







“It’s true, we`ll make a better day, just you and me”

Era la hora de la siesta, esa siesta que casi nunca me echo por más español que me sienta y por mejor que me siente. Estaba sentado junto a mi mujer, con la que por la mañana había estado oyendo de nuevo, vía ecógrafo, el pujante ritmo cardíaco de nuestra pequeña Inma a la que hace algunos meses me atreví a prebautizar aquí como “porvenir”.

Habíamos visto a la caperucita roja más graciosa que yo jamás haya visto o imaginado nunca, y tenía la sensación de orgullo inmensa e intensa viendo a mi propia hija cantando dos canciones navideñas en la primera actuación pública con sus compañeros de clase en el teatro del colegio.

Y de pronto, teníamos enfrente a todo un coro de pinochos de cinco años con la nariz tan alargada como cuenta el cuento cantando “it’s true, we’ll make a better day, just you and me”. Hubo entonces una explosión de sentimientos en cadena dentro de mi cabeza. Recordé mi etapa escolar, porque esta canción, la de “We are the World, We are the children” fue la primera que aprendí yo a cantar en inglés. Caí en la cuenta de que la última vez que canté esto yo era un niño. Formaba parte de los “children” del “World” de entonces.

Pinocho, cuya nariz es el símbolo internacional de la mentira cantando “es verdad, haremos un futuro mejor, justo tú y yo”. El contraste era impactante. Porque en ese momento no había verdad más cierta que la que yo tenía delante. Los niños son el mundo, son los que conseguirán un futuro mejor. Son el empuje. La verdad, la inocencia, y el impulso que salvarán al mundo. Vestidos de pinocho, con sus narices largas, pero cantando verdades como puños.

Minutos antes, estos niños de cinco años habían hecho sin darse cuenta algo excepcional y revelador. Comenzó la canción con problemas técnicos de sonido. Los solistas, alumnos de bachillerato, se  miraban no sabiendo bien qué hacer. Comenzaron de nuevo la canción pero los acoples de sonido y los problemas de volumen hacían perder la referencia musical de la canción y todo se iba al traste. Pero esos pinochos se pusieron a cantar. Cantaron todos juntos el estribillo. Estaban deseando hacerlo. Se les veía llenos de ilusión, de ganas, de empuje, de demostrar lo bien que se sabían la canción que habían estado ensayando. Y sacaron adelante la canción.

Todo un ejemplo. Ese coro de pinochos era una cascada de agua fresca y limpia que inundó en pocos segundos el teatro del colegio.

El mundo estaba dado la vuelta. Los de las narices largas, cantando verdades; los demás, con narices normales, o incluso sin narices, no. Y ahí me quedo. Los mayores, no sabiendo qué hacer para solucionar un problema, ni cómo ayudar a solucionarlo. Y los pequeños, los recién llegados, solucionándolo.

Y me busqué. Me busqué allí. Con emoción. Porque un día yo canté aquello. Y porque por más años que cumplamos, no podemos renunciar a ser cascada de agua limpia y fresca que renueve los pantanos de aguas estancadas que tanto abundan en el mundo. Me busqué allí porque me avergonzaba encontrarme en el complejo pantano donde los adultos nadamos y nos ahogamos porque no sabemos ver lo que de verdad importa, ni sabemos encontrar la verdadera solución de los problemas.

Es verdad. Los pinochos no mentían. Los niños salvan. Por eso esperamos que nazca. Ojalá nazca en todos nuestros corazones el niño eterno. La cascada de las cascadas. El manantial de los manantiales. El Salvador. La “fonte que mana y corre”. Aunque es de noche. De noche de paz.

Es verdad. It’s true.

Feliz Navidad, que el mundo no se acaba.

jueves, 25 de octubre de 2012

Mas madera




Artur,

Te tengo por tipo inteligente. Hábil. Preparado. Templado. Buena gente. Sí. Buena gente también. Siempre me has caído bien. Contigo me pasa como con Barcelona, que no la conozco personalmente, pero de la que siempre he tenido una muy buena impresión por lo que de ella he ido conociendo aunque no todo me guste, y estaría encantado de conocer por fin algún día de modo cercano y directo.

Te imagino administrando este escenario político imaginario que te propongo. Un día, el Alcalde de Barcelona  es aclamado en las puertas del Ayuntamiento por miles y miles de sus conciudadanos. Le piden independencia. La independencia de Barcelona. Que es una de las ciudades más prósperas, modernas, cosmopolitas y bellas del mundo. Si Barcelona fuera un pequeño estado independiente, al estilo de Mónaco, la renta per cápita de los barceloneses se dispararía. Porque la densidad de empresas y de actividad económica en Barcelona es elevadísima, y en definitiva lo que en Barcelona se produce por metro cuadrado, es tremendo, enorme. “¿Qué necesidad tenemos – podrían decir los ciudadanos de Barcelona - de sufragar con parte de nuestros impuestos una carretera en Tarragona? Si ese dinero se emplea en generar aún más riqueza en la propia Barcelona, mucho mejor para nosotros. Antes y mejor saldríamos de esta crisis que nos atenaza. De Barcelona salen muchos más impuestos hacia el resto de Cataluña que el dinero que retorna a la ciudad”. Imagina que el Alcalde, armado de valor por tal respaldo popular de los que lo han votado, incluso de los que no lo han votado y lo elegirían no sólo como Alcalde, si les promete mejorar sustancialmente sus problemas en una época de crisis sin precedentes, se presenta en tu despacho. Y te dice que Barcelona tiene derecho a decidir por sí sola. Y que va a organizar un referendum, estés o no de acuerdo, lo contemple la Ley, o no. Una consulta para que Barcelona decida su futuro. Y que sobre ese futuro, el resto de Cataluña no tiene nada que decir, nada que opinar.

Supongo que en tu contestación al Alcalde aparecería más pronto que tarde la palabra solidaridad. Y la expresión “lazos históricos”. Probablemente, también le explicarías que la riqueza que Barcelona produce se asienta por ejemplo en el talento de los catalanes que, desde distintos puntos de Cataluña, migran a Barcelona donde trabajan, emprenden, ponen su granito de arena por una Cataluña mejor. Le hablarías de vertebración territorial catalana. Le harías ver que con los impuestos de los campesinos de una zona rural es imposible pagar los tramos de carretera que por esa zona rural pasen. Le dirías que Cataluña unida genera más sinergias y a la postre garantiza un mejor futuro frente a los problemas que surjan que una Cataluña atomizada, disgregada, dividida.

Pero imagina que el Alcalde te dice que no. Que todo eso le da igual. O mejor dicho, que todo eso le importa lo mismo que tú manifestaste un día que te importaba cuando te lo dijeron mientras te empeñabas en abrazar y alentar la independencia de Cataluña respecto a España, que no por cierto respecto a Europa. Es más, imagina que el Alcalde te dice que Barcelona quiere escindirse de Cataluña, pero por supuesto, mantenerse en la Federación Española de Municipios y Provincias, porque así se siente más segura y protegida que sola en el mundo.

¿Qué harías?

Tengo casi al cien por cien seguro, por ser inteligente y sagaz como sigo pensando que eres, que esto lo tienes contemplado. Tanto el escenario que te he propuesto, por absurdo que parezca, como la gestión del mismo. Aunque sólo sea en el ámbito imaginario, o como una simple cuestión dialéctica. Lo que no tengo clara es tu respuesta. Y la verdad es que tengo curiosidad por conocerla, aunque el verdadero propósito de esta carta es no es tanto hacer responder como hacer pensar al que lo lea.

Pienso que lo de “más madera”, fuera de escenarios imaginarios de películas de humor, no siempre es una estrategia fina, ni correcta, ni prudente, ni inteligente, ni apropiada, ni moralmente aceptable. Hay veces que sólo puede hacer crecer el fuego. Y el fuego es fenomenal, y fundamental para el desarrollo de la Humanidad, salvo cuando destruye y arrasa. Con el fuego pasa como con el valor: porque el valor es indispensable para conseguir las mejores y más altas metas, pero también a veces sólo hace falta valor para proponerse hacer y  llegar a conseguir lo peor.

Lo llevas en el nombre. Te pinta más ser de sumar, que de dividir. Menos leña al fuego, y más madera de líder, que la tienes.

Piénsatelo.

Amics per sempre, Artur. Visca Catalunya. Viva España. Y viva Úbeda.

1992 abrazos, paisano.


                                   Adrián

domingo, 7 de octubre de 2012

Aquí me tienes







Lolina,

Esta tarde me he ido un rato a correr. Y en la emisora que escuchaba han puesto esta canción de El Arrebato que nunca antes había oído. Y conforme la oía, con no poca emoción, tengo que reconocerlo, pensaba en tí y en lo bien que resume este tema mi alegría por tu alegría y mi ánimo y mi disposición, el viernes pasado y siempre, contigo. Por ser quien eres, y por ser como eres. Con el permiso de papá y de tu Muro, a cuyos brazos te agarrarás con fuerza el 16 del mejor marzo de nuestra historia, y aunque esté lejos, aquí me tienes.

Recibirás muchas flores de aquí a la próxima primavera. Sea este un ramillete de mi parte.

Un beso, hermana, madrina y maestra

          Adrián


martes, 2 de octubre de 2012

Te regalo


Inma, 

Termina un día agotador. Lo sabes. Pero me quedan quince minutos y toneladas de ganas para seguir regalándote todo lo mejor que yo sea capaz de tener. Por eso esta canción que sé que te gusta, además, resume bastante bien lo que te quiero decir cuando termina el día en que amanecí con tantas ganas de enviarte algo que te guste porque es tu cumpleaños.

Mi orden, que me lo aguantas, y mi desorden, que también. Mi norte y mi horizonte, del que tanto hablamos últimamente. Mis filosofías y mis historias, que tan bien conoces. Mi memoria donde eternamente serás protagonista. Mi amor. Mis manos de pianista. Mis locuras. En fin, todo. Te lo regalo. Es tuyo.

Ya sabes, chiqui, que si un día lloras, tienes mi alegría.

Bendito sea el 1 de octubre en que viniste al mundo.

Te quiero. Son las doce menos un minuto. Un besazo

jueves, 6 de septiembre de 2012

jueves, 2 de agosto de 2012

Cumplir


Es dos de agosto. Del diccionario de la Real Academia Española, traigo aquí la definición completa y literal de un verbo que hoy aplico por alguien que quizá pudiera darse por aludido tras o durante la lectura de este escrito. Por este motivo, me referiré a él en lo sucesivo como “mi aludido”.

Así pues, comienzo:

cumplir. (Del latín. complēre).

1. tr. Ejecutar, llevar a efecto. Cumplir un deber, una orden, un encargo, un deseo, una promesa.
En esta vida hay gente ejecutiva, y no hablo del sentido empresarial ni político del término, que precisamente hoy es una ordinariez hablar en esos términos; sino en el real, esto es, que llevan a efecto cosas. Que resuelven, que hacen, que no se quedan mirando, que saltan al ruedo de la vida con genio y figura, como los buenos toreros. Mi aludido es uno de éstos valientes. Sin ninguna duda.

2. tr. Remediar a alguien y proveerle de lo que le falta.
Mi aludido se dedica al noble oficio de atender a las gentes que llegan necesitadas de remedios para sus males. Cambia un rato con él por un poco más de salud. Esto se dice pronto, pero hay que saber hacerlo. Mi aludido no sólo lo hace, sino que lo hace con gracia y salero. Mi aludido,  por lo demás, dedica gran parte de su tiempo libre a seguir remediando al personal, porque es así de generoso. Y de cariñoso. Y de bueno. Y por poner un ejemplo muy evidente, que los hay muchos más, sostiene al final de su viaje vital a quien a él sostuvo al principio del vital viaje mientras le echaban agua por encima. Y la provee con mimo de todo lo que le falta.

3. tr. Llegar a tener la edad que se indica o un número cabal de años o meses. Hoy cumple Juan catorce años.
Los de mi querido aludido no son catorce. Son algunos más, digamos que “treintaymásdelamitad”. Tampoco se llama Juan. Así que puedo asegurar que esta es la única acepción del término “cumplir” que no casa al cien por cien con mi aludido.

4. intr. Dicho de una persona: Hacer aquello que debe o a lo que está obligado. Cumplir con Dios, con un amigo. Cumplió como debía.
Me apoyo en esta frase que la RAE añade para matizar la acepción: “cumplir con Dios, con un amigo. Cumplió como debía”. Mi aludido tiene un altísimo sentido del deber. En todos los aspectos. Los más elevados y los más mundanos. Lo mismo en Cuaresma y Semana Santa, que en Carnaval…

5. intr. Dicho de una persona: Terminar en la milicia el tiempo de servicio a que está obligada.
Por supuesto. Doy fe que mi aludido así lo hizo, y no de cualquier modo. Y nada menos que de Alférez.

6. intr. Ser el tiempo o día en que termina una obligación, empeño o plazo. U. t. c. prnl.
La RAE no deja de sorprenderme. ¿Cómo me puede leer el pensamiento hasta este punto? Pues sí, amigos. Va siendo tiempo de que mi aludido termine algunas de sus obligaciones o empeños. Va siendo tiempo de que descanse y sea relevado, que bien merecido se lo tiene.

7. intr. Convenir, importar.
Todos estaremos de acuerdo en la conveniencia para el mundo de que mi aludido exista. A mí, además y sobre todo, me importa.  Y mucho.

8. intr. Satisfacer la obligación de cortesía que se tiene para con alguien. Cumplir CON los invitados.
Mi aludido es uno de los mejores anfitriones que uno se puede encontrar. Generoso y cariñoso como él sólo, podríamos resumir este punto calificándolo como todo un “detalles”.

9. intr. Hacer una expresión o cumplido en nombre de alguien. Cumpla usted POR mí.
Esta acepción es también ajustadísima a la realidad. Aunque posiblemente sólo mi aludido sabe porqué hasta qué punto sé que mi argumentación es completamente cierta.

10. intr. ant. Bastar, ser suficiente.
Mi aludido se basta y se sobra. Es de los que conoces, y no te quedas con ganas de que fuera un poco más algo o un poco mejor en algo. Esto es de aplicación para la gente que, como mi aludido, merece el apelativo de genial.

11. prnl. Verificarse, realizarse.
Sí. Está totalmente verificado que mi aludido es así. Y que a sus años, está hecho. Está realizado en la vida. No hay más que ver cómo mira a su mujer de su alma y cómo se ilumina su cara cuando su Carmela de su vida le dice “papá”. Creo que acabo de dar una pista demasiado clara…

Y aquí termina este escrito del dos de agosto. Soy yo el que desde hace años no cumple nunca dando un abrazo a mi aludido en día tan señalado como éste. Así que valgan estas tan improvisadas como sinceras palabras por un abrazo que será dado en condiciones tan pronto como sea posible. Mientras, si identificáis a mi aludido, y lo tenéis cerca, no perdáis la oportunidad de darle un abrazo, también de mi parte. Lo merece de sobra. Lo acabo de demostrar. A la RAE acabo de poner por testigo y argumento.

Además, en el contexto de este rincón electrónico, mi aludido también es (gran suerte la mía) parte de mi vida desde hace 36 años. ¡ Como para no celebrarlo !

lunes, 30 de julio de 2012

Querido porvenir


Querido porvenir,

Hoy tengo muchas ganas de escribirte.

Los humanos somos así. Conforme vamos cumpliendo años, conforme tenemos más tiempo vivido en el pasado y menos tiempo por vivir en el futuro, más queremos tutearnos con el futuro, y menos cuentas echamos del pasado. Y es que como se anhela más aquello de lo que más se carece, yo de joven me moría de ganas de conocer lo que existió antes de mí, y ahora cada vez más quisiera conocer y mejorar lo que haya cuando yo no esté.

Escribirte es dar un salto en el tiempo hacia adelante. Es dirigirse a lo que no existe, pero esperamos que exista; o incluso a lo que existe, y esperamos ser capaces de ver algún día. Escribirte es poner letra a una canción sobre la esperanza.

Por cierto. Las famosas tres virtudes son una buena carta de navegación, que tanto bien ha hecho y hace a las singladuras de la vida de cada cual. Voy a mezclar la Geometría y la Filosofía y la Religión, que pueden y hasta deben mezclarse porque la reacción no produce quemaduras ni vapores que ahoguen el alma o nublen el intelecto, sino al contrario, nos puede llevar a nuevos puntos de vista y conclusiones que nos enriquezcan. Que digo yo que razón y corazón se diferencian en sólo dos letras.

Ya sé que esto no es nada original por mi parte porque de esta simbología están llenas miles de obras de arte, pero yo hasta ahora acostumbraba ver estas tres virtudes como los tres vértices de un triángulo equilátero. Son virtudes teologales, y es que el triángulo cuadra muy bien con lo teológico. Y siempre hay un vértice superior, uno sólo, como siempre se nos recuerda que hay una virtud superior, una sola, que es la Caridad, el Amor donde todo empieza y finaliza como una circunferencia eterna.

Pero hoy no las veo así. Digo como un triángulo. Hoy me ha dado por pensar en una recta. Una línea recta que viene del infinito, y va al infinito. Y que está formada por infinitos puntos que, todos alineados, uno detrás de otro, configuran la recta. Esta recta puede ser un eje temporal. Que viene del infinito, y al infinito va. Y podemos pararnos en cada punto a observarla. Y cada punto que nos paramos a ver, es el momento presente. Y cada punto que nos detengamos a mirar, se convierte en la referencia que parte en dos tramos esta línea temporal: el tramo que viene del pasado, desde el infinito pasado. Y el que va al futuro, al infinito futuro.

La Fe nos viene de atrás y arranca en el pasado, en el infinito pasado; la Caridad sólo se puede hacer cada día, en el presente, aprovechando (¡Carpe diem!) cada momento para querer y ayudar a todos mientras vivimos. Y la Esperanza es pensar en lo que no hay pero queremos que haya. Es el porvenir. Eres tú, destinatario y ojalá receptor de esta carta.

Ningún animal que puebla la Tierra tiene conciencia del futuro ni del pasado salvo el hombre. Digo mejor: los animales sólo saben ver un pasado muy reciente, y un futuro muy inmediato. No ven una recta. Sólo un segmento pequeño de la misma, centrado en el punto del presente. El ser humano sin embargo sí tiene capacidad o al menos curiosidad de mirar al pasado hasta el infinito, y de aventurarse al futuro, hasta el infinito. Sólo la Humanidad, de todo cuanto llena este mundo loco que gira sin parar, puede dirigirse a lo porvenir, y tratarlo de tú a tú, con respeto pero con cercanía, como a un amigo de siempre. Tenemos el logos, la palabra, la inteligencia, y esto nos distingue inequívocamente como humanos. Pero también nos distingue la Esperanza. La Esperanza es la gran virtud que da carta de naturaleza a algo que no existe, pero que puede existir. Es la energía potencial de nuestra inteligencia. Cuanto mayor es, más capacidad tendremos de transformar ese potencial en energía de movimiento y de evolución.

Querido porvenir, estoy encantado de saludarte. Oye. Pásate pronto por casa. Sabes que serás siempre bienvenido y te trataremos como al mejor de nuestros invitados y nos desviviremos para que te sientas en tu casa. Como si quieres quedarte a vivir con nosotros…

Un beso. Un beso al porvenir… ¿un saludo, un abrazo, un deseo, unas palabras, una carta,…? Qué puñetas. Un beso. Un beso al porvenir. Por si acaso.

Todo tuyo,

                                   Adrián

sábado, 28 de julio de 2012

Espíritu edificante (reflexiones pre-vacacionales)


            Vaciarse. Entregarse por entero, sin remilgos. Sin condiciones. Sin esperar recompensa. Darse. Repartirse. Esparcir por el mundo trozos del alma como si fuera una distribución anticipada, en vida, de las propias reliquias de uno mismo.

Esto es bueno. Siempre lo he pensado y siempre lo pensaré. Es una de mis banderas vitales. Porque soy de los que están convencidos que el depósito de nuestra felicidad no se encuentra exclusivamente dentro de uno mismo, sino distribuido en los demás, en el prójimo. Llenando los depósitos de felicidad de otros, estamos realmente elevando también nuestro índice de felicidad. Por eso me vacío tanto. Por eso me entrego tanto a tantas cosas y sobre todo, a tantas personas y a tantos colectivos.

            Pero creo que he cometido un error. Y grave. Aunque confío estar a tiempo de rectificar. Tengo claro que hay un depósito concreto en el que he puesto muchísimo, en el que me he derramado especialmente, pero no sé si el depósito tiene agujeros por abajo (“churn”, se llama a veces técnicamente), o si ese depósito es humanísticamente hablando tan diminuto que todo lo que yo humanamente hablando haya echado allí en realidad está desperdiciado, perdido, derramado.

            Estoy exhausto. Decirlo cuando realmente no se está, es vil. Pero callarlo y negarlo cuando realmente se está, es un peligro para uno mismo. Tuve un profesor de Economía que nos explicó un día con un ilustrativo símil la diferencia entre colaborar y comprometerse: un plato de huevos con chorizo. Para la preparación de este plato, la gallina colabora, y el cerdo se compromete. Siguiendo el símil, llevo siendo cerdo muchos años, poniendo toda mi carne en un asador de donde todavía tengo que intentar no salir carbonizado. Siempre he preferido ser cerdo que no tiene problema en tirarse al barro, y que da generosamente su propia carne para deleitar a los demás, que ven aprovechable en él todo cuanto tiene, a ser gallina que se sube a un palo, cacarea permanentemente y anuncia cada huevo que pone como si fuera lo más importante que ha ocurrido en ese momento en el mundo.

            Hay que usar la cabeza, que para eso está. Pensar. Reflexionar. Lo hago. Y encuentro la receta, la terapia, el tratamiento: espíritu edificante. El que siempre tuve y quizá últimamente he perdido como el que pierde una brújula. Edificarse es crecer. Es trabajar por uno, es formarse, es aprender, es forjarse, es construirse, es mandar en uno mismo. Es ser arquitecto de desarrollo de mi propia alma (que el gran Arquitecto de todas las almas es Otro…). Edificarse es ser positivo, ir a más, siempre a más. Es avanzar, nunca retroceder, pero hacerlo al propio ritmo, llevando el compás, la batuta, el tiempo, el destino. Edificarse es paciencia, piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, sin prisa y todo dentro de un plan bien pensado y que al mismo tiempo se rehace cada día: el plan de vivir.

            Y esto empieza hoy.

            Hoy puede ser un gran día, y así me lo planteo, porque aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de mí, como dice la canción. Y en lo que a mí respecta, dejo desde ya que me invada completamente el espíritu edificante. El que llenó mi alma y el que jamás debí dejar que saliera por la ventana del alma mientras abría de par en par las puertas dando paso a todo y a todos con una generosidad mal entendida que confunde darse con dejarse avasallar.

            “Eres muy responsable”. Esto lo he oído muchos cientos de veces en mi vida. Debe ser verdad. Así que, como responsable que soy, respondo de mi error. Nadie ni nada tiene la culpa de mis desdichas, sino que soy yo quien tengo la oportunidad de enderezar lo torcido. Soy libre. Libérrimo. En mi alma mando yo, con permiso del Creador, y a restaurarla me pongo, con espíritu edificante.

            Creo que llego a tiempo. Gracias a Dios.

lunes, 2 de julio de 2012

Frutos Del Bosque


El trabajo en general da sus frutos. El trabajo en equipo, también. Más aún.

Del Bosque es grande. Física y psicológicamente. Ve la vida y sus avatares con esa óptica que tienen los que saben cuánto vale un peine, pero un peine de verdad. No el que se usa para peinar cabellos, que a gente como él, poca falta le hará. Yo digo el peine con el que colocar a diario los pensamientos en la cabeza, para que no se nos convierta la mollera en una madeja ingobernable entre lo que nos despeinemos nosotros y lo que nos despeine la vida y sus vendavales. Del Bosque es sabio en fútbol y en la vida. Del Bosque es un huevazos, en el sentido más cojonudo del término. O sea, no un indolente. Un huevazos. Porque sabe aguantar chaparrones, que la vida los trae de serie y muchos. Y fuertes. Y por eso mira así, de frente y sin alterarse, todo lo que se le ponga por delante, sea en la euforia más contagiosa, sea en la decepción más honda. Sabe ponerse delante de su equipo, protegiendo lo que más importa, que es que el equipo funcione como tal, sin intromisiones externas, tanto en las duras como en las maduras. Sabe que los trapos sucios, que su equipo, como todos, los tendrá, se lavan en casa y con mucho respeto. Pero sobre todo, sabe que ganar la Eurocopa, y el Mundial, y otra Eurocopa, y todo seguido, es muy importante, y muy meritorio, y muy extraordinario, pero no lo más grande que uno puede hacer en la vida.

Ojala la gente sepa ir donde va este Vicente. El trabajo en equipo, real y leal, auténtico y sin trampas, sincero y sin dialécticas, riguroso y sin banalidades, da sus frutos. Los Frutos del Bosque. Que son los frutos menos sofisticados, pero los más naturales. Y todos los frutos de este Del Bosque que yo conozco me parecen admirables. Todos.

Gracias, Vicente. He aprendido mucho. Te lo dice un español que sabe de fútbol menos que de primas de riesgo, que ya es decir…

sábado, 9 de junio de 2012

Crónica del-fin




Al final, no han logrado salvarle. El dispositivo de vigilancia intensiva desplegado, la unidad móvil, la medicación, los cuidados, hasta el ánimo de la gente que se acercaba a visitarlo o el despliegue de medios de comunicación que nos mantenían informados de la evolución; todo esto no ha sido suficiente para mantenerle con vida. Creo que llegó bastante enfermo. Hablo de un delfín. El delfín que apareció varado en una playa española, y que no ha logrado sobrevivir. Me consta, porque así lo decían en los noticiarios de estos días pasados, que el equipo de especialistas que lo cuidaba no sólo hizo guardias permanentes, de veinticuatro horas, a pie de playa, sino que también cuidaba detalles como mantener siempre orientada su cabeza hacia el mar y no hacia la playa para que el malogrado delfín no se estresara. Cuando oía esto en la tele, ironizaba para mis adentros, “así de mal estaremos en España, que es mejor mirar al mar que hacia tierra adentro, porque sólo mirarnos, estresa”.

Y fue el fin del delfín. Amigos, hemos perdido en una playa de Tarragona a un joven ejemplar de una de las especies más próximas en inteligencia a la humana, un cetáceo que nos trae aromas de espectáculo, de fiesta, de vacaciones, de disfrute, de acrobacia, de habilidad, de simpatía, de juventud. El pulpo Paul sí tuvo fama y nombre antes de morir, y hasta acertó cuando predijo que España ganaría el mundial. Pero este delfín que no tiene nombre se nos ha ido sin darnos tiempo a bautizarlo y sin posibilidad de que, una vez sanado, lo tomáramos como mascota predictiva y motivadora para la inminente Eurocopa.

Y la otra noticia del medio día de hoy era el debate de si hay o no apocalipsis económico en España. Así mismo lo he oído. Con la prima de riesgo que a veces sube y a veces baja, a veces nos ahoga más y a veces menos, como la marea, España sigue varada en la playa, y no sabemos si tendremos el fin del delfín.

Pero en España, como somos así, mezclamos la tragedia y el espectáculo con toda normalidad, hasta en los titulares de las noticias. La tragedia de un país que se va al garete porque no hay ni un euro para nada con el espectáculo casi cinematográfico de un delfín atendido exquisitamente por el que probablemente esté considerado como el sistema de salud más completo y generoso del mundo, donde hasta los delfines que llegan a nuestras playas están perfecta y exquisitamente cubiertos.

Hay que ser toreros para saber mezclar tragedia y espectáculo con naturalidad. Y hasta con arte. Y en España, guste o no guste, somos muy toreros. Somos así.

“A España se le ha muerto el delfín”. Menudo titular en estos tiempos de crisis y zozobra económica. Además de un cetáceo, el delfín es, en sentido más amplio, el sucesor de alguien o algo. Si forzamos la metáfora, es el futuro. Quiera Dios que, en este sentido, no sea cierto que a España se le ha muerto el delfín. Yo estoy convencido que sólo se nos ha muerto un cetáceo. Porque como se nos haya muerto el futuro, varado en una playa española, entonces sí que habrá que prepararse para escribir la crónica del fin...

viernes, 11 de mayo de 2012

Milagros laicos


Hace pocas mañanas oí en la radio unas declaraciones de un importante político español, quien decía algo así como que no esperaba del Presidente del Gobierno un milagro que le hiciera cambiar de modo de gobernar. Lo que me llamó la atención no fue ese comentario concreto, que no sé si traigo aquí de modo exacto, sino la matización que introdujo justo a continuación. “Un milagro laico, en este caso”. Reconozco que esa puntualización me dejó aturdido. Un milagro laico. Un milagro laico…

Un milagro es aquello que ocurre al margen de las leyes naturales. Reconocer la existencia de un milagro, necesariamente implica admitir la existencia de un ente que lo causa o provoca y que está por encima de las leyes naturales, esto es, algo sobrenatural, o si me lo permitís, algo divino. Quizá este político pensó que pronunciar milagro, así, sin más, podría considerarse algo políticamente incorrecto o incoherente por sus compañeros y/o sus seguidores. Y quizá de ahí su presura en salir de esos sotos donde acaso sin querer se había adentrado, construyendo esta expresión que yo nunca antes había oído: milagro laico.

Me pregunto: ¿qué es un milagro laico? Sería algo así como un hecho que reconocemos que ocurre sin explicación humana, pero al tiempo sin admitir la existencia o la validez de fuerzas sobrehumanas que lo provoquen. Esto es, un hecho que al mismo tiempo está dentro y fuera de lo puramente humano. Una contradicción en términos.

En fin, me resultó curioso. Sólo eso.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Treinta y nueve




Treinta y nueve es el triple de trece. Y sé muy bien lo que estoy diciendo, que tiene poco que ver con las cábalas matemáticas, menos aún con cifras supersticiosas, pero sí que tiene mucho que ver con mi vida, y no sólo porque sean treinta y nueve el número de escalones que conducen al segundo de Real, 19.

Pienso que los números siempre tienen una doble naturaleza simbólica. Tanto en lo matemático o universal, por las magnitudes que representan; como en lo psicológico o personal, por el valor que luego cada cual queramos darle. Así que para mí treinta y nueve es una referencia. Un listón. Una línea. Una altura. Una marca. Una meta volante a la que me acerco emocionado.

“Ese escalofrío que notas ahora por la espalda es la emoción. Es normal. Y es bueno”. No sé cuándo, ni en qué contexto, pero jamás olvidaré quién me explicó esta sensación evidenciando que me conocía tanto como para saber sin fallo, aunque yo no lo dijera, lo que pasaba por mi cuerpo la primera vez que, allá por el primer tercio de la vida que llevo vivida, noté con desconcierto la primera sacudida, la primera de tantas que han venido luego, que recorre el cuerpo de arriba a abajo cuando vivimos momentos especialmente intensos, sea en la felicidad más radiante, sea en la pena más honda.

Así que tengo la ilusión grande de llegar al escalón treinta y nueve. A esta referencia. A este piso. A este nivel. A esta marca. Entre otras muchas causas, que muchas hay para celebrarlo, para dar gracias por ello y seguir viviendo intensamente, exprimiendo cada minuto y valorando el regalo de cada amanecer, pensando que hoy siempre “puede ser un gran día, imposible de recuperar”, y sin renunciar jamás a sentir la realidad de la vida pasearse por mi cuerpo como corresponde, con todo lo que la vida trae y conlleva, con todas sus risas y con todos sus llantos, con todas sus emociones. Porque eso es normal. Y es bueno. Porque eso forma parte de la vida. Y parte de mi vida.

Lo mejor de las referencias, cuando son buenas y verdaderas, es que nos enseñan a seguir siendo pequeños, y nos ayudan a visualizar en cuántas cosas nos hemos equivocado, y en cuántas podemos mejorar en los escalones que nos queden por subir. Y nos permiten orientarnos mejor en el mapa de la vida, que a veces se nos arruga demasiado.

Dos de mayo. Pienso que hoy es un hermoso día para felicitar a quien más supo y mejor me enseña cómo se vive de verdad. Y justo en este momento, cerrando este escrito, caigo en la cuenta de que precisamente en la víspera de este día he disfrutado de una magnífica jornada de campo con mi mujer y mi hija, y juntos hemos subido andando tres kilómetros hasta Cumbres Verdes. Cumbres… Verdes… Y la única amapola encontrada en el camino no se nos ha perdido. Entre otras cosas, porque a Lola le ha gustado.