"Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo, o que pase de largo, depende en parte de ti"


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lunes, 4 de marzo de 2013

... y se volvió por otro camino


Los sabios de Oriente fueron peregrinos de la luz. Buscaron la luz del mundo. Siguieron la luz de la estrella del cielo. Encontraron al Mesías, y fueron a adorarle. Y se volvieron por otro camino.

Pienso que la luz y la inteligencia van siempre unidas, porque la inteligencia es la luz que permite a nuestra mente entender lo que nos pasa y lo que pasa nuestro alrededor. Estos sabios de Oriente demostraron ser inteligentes porque supieron interpretar lo que estaba pasando. Supieron leer los acontecimientos y encontrar lo sustancial de lo que se vivía en esos días, al margen de riquezas, envidias, guerras, etc… También demostraron ser humildes. Para dejar atrás sus riquezas y comodidades, y emprender un peregrinaje complicado y llegar a postrarse ante el salvador del mundo. Eran sabios, y se arrodillaron ante la luz del mundo. “Y se volvieron por otro camino”, como escribe Mateo.

El anciano Simeón, que estaba en el templo cuando fue Jesús llevado allí para ser presentado, también demostró inteligencia y humildad porque supo ver en un pequeño de pocas semanas de vida al salvador del mundo. Simeón vio la luz del mundo en ese niño. Lucas nos dice que exclamó “ahora, Señor, ya puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz”.

Benedicto XVI ha dejado de ser Papa de la Iglesia Católica por propia voluntad y en plena libertad de decisión propia. Ratzinger es un gigante intelectual, un sabio como los sabios de Oriente, que ha sido peregrino de la luz de mundo. Un buscador del oro resplandeciente de la verdad. Un hombre cuya singular inteligencia le ha permitido interpretar lo que pasa en el mundo. Para esto hay que ser muy listo. Y Ratzinger es tremendamente listo y culto. Con lo primero se nace. Lo segundo, se hace o no se hace. Buena tierra por tanto, y bien trabajada durante toda una vida. Y ahora es un anciano que, como Simeón, siente la tranquilidad de que puede irse en paz.

Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a la que asistió Benedicto XVI fue en Colonia, en su Alemania natal. No olvido un lema que se repitió mucho en alguno de los actos allí celebrados y que vi por televisión: “y se marcharon por otro camino”. Por otro lado, mi recuerdo más fuerte e imborrable de este Papa siempre será el de ver a un gigante intelectual postrado, de rodillas, ante la luz del mundo. Siempre recordaré la fuerza de la imagen visual de Benedicto XVI, a quien ni sus muchísimos años a la espalda, ni tanta inclemencia meteorológica de aquella noche, impidieron que adorara al Santísimo, puesto de rodillas y acompañado de una multitud inmensa de jóvenes en Cuatro Vientos, en Madrid, en España, en la última JMJ a la que creo que ha asistido.

Ratzinger pudo ser en la vida lo que hubiera querido. El mundo está lleno de gente tremendamente inteligente que usa la inteligencia para procurarse un  brillantísimo porvenir plagado de éxitos, de riquezas, de todo. Pero no abundan tanto los que la ofrecen al Señor. Todo el oro de su inteligencia, todo el incienso de su inteligencia, y toda la mirra de su inteligencia. Porque la inteligencia es oro por lo valiosa y poderosa que es, también es incienso porque es capaz de expandirse y de elevarse, y también es mirra porque la inteligencia también va cosida al sufrimiento, pues ayuda a ver claro lo bueno y también a ver claro lo malo. Pues bien. Yo quiero destacar ese gesto supremo de humildad. El de ponerse de rodillas reconociendo a quien realmente es la verdadera luz del mundo. Benedicto, como los sabios de Oriente, ha adorado al Señor y ha puesto todos sus dones, que son muy poderosos, a su servicio. Y como los sabios de Oriente, ha sabido marcharse por otro camino. No el camino que todos podíamos prever, el de la muerte, que ha sido el de decenas y decenas de Papas que le predecedieron. Pues no. Otro camino. El de la retirada voluntaria, meditada y consciente. Benedicto XVI, como Simeón, sabe reconocer con igual clarividencia hasta dónde llegan sus fuerzas y dónde está la luz del mundo. Por eso pienso que realmente, como a Simeón, le deja el Señor que se haya ido en paz por ese otro camino que anunció tomar pocos días después de la celebración de la Candelaria, del día de la Luz, del día de la presentación de Jesús en el templo, donde Simeón supo reconocerlo como luz y salvador del mundo.

Cuando murió Juan Pablo II y fue elegido nuevo Papa Benedicto XVI, pensé que jamás influiría en mí tanto como su predecesor. No imaginaba yo en ese momento hasta qué punto estaba equivocado. Este Papa me ha dado una lección de humildad y luz a partes iguales que me han sacado de mi error.

Hay que ver. Me hago mayor, y con casi 40 años de peregrinaje por este mundo ahora pienso de nuevo que los reyes no son los padres. Porque los reyes magos de oriente, los sabios que no tienen la luz pero saben identificarla, buscarla y seguirla guiando al resto, los que por grandes que sean nos enseñan a hacernos pequeños ante el Señor, son los Papas.