Los
sabios de Oriente fueron peregrinos de la luz. Buscaron la luz del mundo. Siguieron
la luz de la estrella del cielo. Encontraron al Mesías, y fueron a adorarle. Y
se volvieron por otro camino.
Pienso
que la luz y la inteligencia van siempre unidas, porque la inteligencia es la
luz que permite a nuestra mente entender lo que nos pasa y lo que pasa nuestro
alrededor. Estos sabios de Oriente demostraron ser inteligentes porque supieron
interpretar lo que estaba pasando. Supieron leer los acontecimientos y
encontrar lo sustancial de lo que se vivía en esos días, al margen de riquezas,
envidias, guerras, etc… También demostraron ser humildes. Para dejar atrás sus
riquezas y comodidades, y emprender un peregrinaje complicado y llegar a
postrarse ante el salvador del mundo. Eran sabios, y se arrodillaron ante la
luz del mundo. “Y se volvieron por otro camino”, como escribe Mateo.
El
anciano Simeón, que estaba en el templo cuando fue Jesús llevado allí para ser
presentado, también demostró inteligencia y humildad porque supo ver en un
pequeño de pocas semanas de vida al salvador del mundo. Simeón vio la luz del
mundo en ese niño. Lucas nos dice que exclamó “ahora, Señor, ya puedes, según
tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz”.
Benedicto
XVI ha dejado de ser Papa de la Iglesia Católica por propia voluntad y en plena
libertad de decisión propia. Ratzinger es un gigante intelectual, un sabio como
los sabios de Oriente, que ha sido peregrino de la luz de mundo. Un buscador del
oro resplandeciente de la verdad. Un hombre cuya singular inteligencia le ha
permitido interpretar lo que pasa en el mundo. Para esto hay que ser muy listo.
Y Ratzinger es tremendamente listo y culto. Con lo primero se nace. Lo segundo,
se hace o no se hace. Buena tierra por tanto, y bien trabajada durante toda una
vida. Y ahora es un anciano que, como Simeón, siente la tranquilidad de que
puede irse en paz.
Recuerdo
la primera Jornada Mundial de la Juventud a la que asistió Benedicto XVI fue en
Colonia, en su Alemania natal. No olvido un lema que se repitió mucho en alguno
de los actos allí celebrados y que vi por televisión: “y se marcharon por otro
camino”. Por otro lado, mi recuerdo más fuerte e imborrable de este Papa siempre
será el de ver a un gigante intelectual postrado, de rodillas, ante la luz del
mundo. Siempre recordaré la fuerza de la imagen visual de Benedicto XVI, a
quien ni sus muchísimos años a la espalda, ni tanta inclemencia meteorológica
de aquella noche, impidieron que adorara al Santísimo, puesto de rodillas y
acompañado de una multitud inmensa de jóvenes en Cuatro Vientos, en Madrid, en
España, en la última JMJ a la que creo que ha asistido.
Ratzinger
pudo ser en la vida lo que hubiera querido. El mundo está lleno de gente tremendamente
inteligente que usa la inteligencia para procurarse un brillantísimo porvenir plagado de éxitos, de
riquezas, de todo. Pero no abundan tanto los que la ofrecen al Señor. Todo el
oro de su inteligencia, todo el incienso de su inteligencia, y toda la mirra de
su inteligencia. Porque la inteligencia es oro por lo valiosa y poderosa que
es, también es incienso porque es capaz de expandirse y de elevarse, y también
es mirra porque la inteligencia también va cosida al sufrimiento, pues ayuda a
ver claro lo bueno y también a ver claro lo malo. Pues bien. Yo quiero destacar
ese gesto supremo de humildad. El de ponerse de rodillas reconociendo a quien
realmente es la verdadera luz del mundo. Benedicto, como los sabios de Oriente,
ha adorado al Señor y ha puesto todos sus dones, que son muy poderosos, a su servicio.
Y como los sabios de Oriente, ha sabido marcharse por otro camino. No el camino
que todos podíamos prever, el de la muerte, que ha sido el de decenas y decenas
de Papas que le predecedieron. Pues no. Otro camino. El de la retirada voluntaria,
meditada y consciente. Benedicto XVI, como Simeón, sabe reconocer con igual
clarividencia hasta dónde llegan sus fuerzas y dónde está la luz del mundo. Por
eso pienso que realmente, como a Simeón, le deja el Señor que se haya ido en
paz por ese otro camino que anunció tomar pocos días después de la celebración
de la Candelaria, del día de la Luz, del día de la presentación de Jesús en el
templo, donde Simeón supo reconocerlo como luz y salvador del mundo.
Cuando
murió Juan Pablo II y fue elegido nuevo Papa Benedicto XVI, pensé que jamás
influiría en mí tanto como su predecesor. No imaginaba yo en ese momento hasta
qué punto estaba equivocado. Este Papa me ha dado una lección de humildad y luz
a partes iguales que me han sacado de mi error.
Hay
que ver. Me hago mayor, y con casi 40 años de peregrinaje por este mundo ahora pienso
de nuevo que los reyes no son los padres. Porque los reyes magos de oriente,
los sabios que no tienen la luz pero saben identificarla, buscarla y seguirla
guiando al resto, los que por grandes que sean nos enseñan a hacernos pequeños
ante el Señor, son los Papas.