http://www.youtube.com/watch?v=8bneQ26bHXk
Si
quieres encontrarme, hay muchos y bellos lugares donde hacerlo. Uno de ellos es
esta música. El Adagio de la segunda sinfonía de Rachmaninov. A su melodía y sus armonías están unidas muchas emociones y
sentimientos vividos en momentos fuertes de mi vida. Uno de los Adrianes más
auténticos de los que he sido en mi vida está aquí metido. En estos acordes y
melodías que me acompañaron durante años y años, como bálsamo ante las
decepciones y sufrimientos, y como vino reposado con el que brindar sin
estridencias en las alegrías y los triunfos. Como si fuera una banda sonora o
sintonía de los más intensos capítulos de mi vida. Por eso una parte muy
importante de mi vida está aquí dentro. Dentro de estos compases. La música es
el único arte que no sólo se crea, sino que se recrea necesariamente en el
tiempo. Y nos permite prolongarnos en él. Oyendo este Adagio, sea hoy, o
mañana, me estás oyendo a mí, porque este Adagio podría ser una especie de
biografía en clave musical, o una parte de la columna vertebral que sostiene mi
forma de ser.
Créeme.
Te hablo a través de la melodía de este Adagio e intento decirte cómo me siento
en un día tan normal y a la vez tan especial como hoy. Y cómo afronto los
Tabores y los Calvarios de la vida, que de todo ha habido, hay y habrá.
Adagio
es una forma de entender y enfrentar la vida. Pero este Adagio. Porque hay
muchos y no todos son iguales. No estoy ensalzando la lentitud como mi
principio vital. Ni tampoco estoy diciendo que mi bandera sea la calma. Hablo
de este Adagio. Este concreto. En esta pieza no sólo hay tempo Adagio, que
también. En esta pieza hay coraje y pasión. Garra. Hay espíritu ascendente. Edificante.
Melodías que no se dan por vencidas. Melodías que crecen. Que levantan la
cabeza tras la caída. Optimistas. Que se expanden con equilibrio. Sin
estridencias. Melodías que buscan extenderse a los demás y aprovechar con
gratitud cada parte de cada compás bueno que ofrece la vida. Melodías amigas y
generosas que quieren llegar con naturalidad al corazón de los demás, para
aliviar un mal rato o ayudar en lo que haga falta.
Me
he equivocado muchas, muchísimas veces en mi vida. Y pienso que un modo de
identificar mis errores podría ser medir la distancia entre mis comportamientos
y lo que esta música simboliza. Cada vez que esta distancia ha sido grande, he
cometido un error.
Y
ahora que has llegado, ahora que estás aquí, Adrián, hijo mío, que extiendes un
nombre y apellido que llevo con tanto orgullo, me acuerdo de esta música.
Porque veo en tu calma mi calma. Y en tu aliento, el mío. Y en la primera sonrisa
que hoy, hace un rato, has dedicado a mamá, la expresión que mejor resume en un
solo gesto todo lo que esta música significa para mí. Y me has hecho muy feliz,
y me has hecho sentarme a escribirte. Ya me leerás. Lola está ahora aprendiendo
a leer, e Inma a hablar, tú no te agobies y sigue aprendiendo a sonreír, que ya
te tocará y llegará el día en que leerás esto. Un Adrián Navarrete, otro Adrián
Navarrete, leerá estas líneas que con tanto cariño escribo para él. Y si buscas
a tu padre, si buscas al Adrián que esto escribe, en esta música encontrarás
una parte muy importante de mi vida. Y me conocerás mejor. Y entenderás mejor
cómo me siento justo hoy. Y por qué te estoy escribiendo.
Bienvenido.
Te quiero, hijo mío. En Adagio. Sin
prisa. Que tenemos - tú más que yo – mucho tiempo por delante. Para hablar,
para leer, para escribir…