(Publicado en el Diario Jaén, el 6 de diciembre de 2014)
El
día 6 de enero de este año que ya va acabando, Adrián Navarrete Molina disfrutó
de sus últimas cervezas en su querida calle Real de Úbeda. Era el día de los
Reyes Magos. En el día de los niños, un maestro y padre ejemplar que dedicó su
vida entera a educar a generaciones de niños y a sus cuatro hijos, brindó por
última vez en este mundo. Porque el 13 de enero, tras casi una semana de
hospital y después de aquél último whatsapp
- “Descansando en la cama y disfrutando de magnífica familia. Sois
extraordinarios” - nuestro padre
descansó en paz y paradójicamente la muerte que lo separó de nuestra madre hace
veintisiete años lo unía con ella para siempre.
Como
es lógico, hemos llorado mucho la pérdida de un padre y de un hombre bueno. No
sólo sus hijos y su familia, sino todos aquellos que lo conocieron y
disfrutaron de su forma de ser y su forma de enseñar. De su generosidad. De su
bondad. Como su querido compañero Alonso Cano dijo en el día del homenaje por
su jubilación, nuestro padre era una de esas personas a las que mejor aplica la
hermosa palabra bonhomía.
Pero
los Navarrete Orzáez ya no queremos llorar más. Y hemos cambiado el agua de las
lágrimas por agua para bautizar a los tres nuevos reyes de la casa. Tres primos
hermanos, tres nietos de ese Adrián Navarrete de cabellera blanca y abundante
que no necesitaba cojines para disfrazarse de Papá Noel. Un José Luis y dos
Adrianes que han nacido casi nueve meses después de que su abuelo brindara por
ellos - sin saber aún que no eran dos, sino tres - en
el día de los Reyes Magos, en el día de los niños. Dos Adrianes y un José Luis
que de nuevo han llenado nuestras casas de alegría.
Y
decidimos bautizarlos juntos. Porque igual que lloramos juntos en la despedida
de un grande en el comienzo de un año, queríamos celebrar y reír juntos en la
bienvenida de tres pequeños en el fin de ese mismo año. Así que comenzamos a
organizarlo, cuadrando fechas, lugares de celebración, viajes de familiares,… y
al final, encontramos el día idóneo para todos, que era hoy 6 de diciembre. Y
una vez encontrada la fecha que cuadraba… caigo en la cuenta. Es el día de San
Nicolás. ¿El día de San Nicolás? Sí. ¿Y qué? Pues mirad: San Nicolás era un
obispo del siglo IV. De blanca cabellera y buen corazón. Generoso. Que repartió
todo lo que tenía entre los más necesitados, especialmente los niños. Por eso
San Nicolás es el patrón de los niños. Por eso San Nicolás o Santa Claus (o
Bonhomme Noël en la cultura francesa) ha acabado siendo el germen y origen de toda una institución en
la tradición occidental, que va a las casas de tantos niños a dejarles regalos
cuando se acerca la Navidad.
Providencial.
No había mejor día que este. Desde aquel 6 de enero hemos llegado ahora al 6 de
diciembre. De los tres Reyes Magos a Papá Noel. De un “bonhomme” que se nos va
al Cielo montando un trineo impulsado por todo el amor que dio en la Tierra y
cargado de los regalos del cariño y el recuerdo de tantas gentes que lo
queremos tanto, a tres reyes de la familia que recibimos como un regalo del
Cielo y que bautizamos hoy.
Así
que hoy brindamos por nuestro padre y por estos hijos que nos devuelven la vida
que se nos fue. Estos niños, estos tres reyes de esta gran familia, que no sólo
tienen padres y padrinos en su bautizo, porque tienen también patrón. De blanca
cabellera. Bonachón. Amante de matemáticas y de juegos numéricos. Que ha
cambiado el sitio pero no el hábito de brindarse a los demás y brindar con
alegría.
Adrián
Muro Navarrete, José Luis Navarrete del Castillo y Adrián Navarrete Luque,
atendedme bien, que os voy a decir algo muy importante: un “Papá Noel” muy
bueno, muy bueno, muy bueno os ha regalado hoy y para siempre este día de
fiesta grande en que os bautizamos juntos para que seáis muy, muy, muy felices
y todos nosotros con vosotros. No olvidéis nunca este auténtico regalo.
Parece
un cuento de Navidad. Pero no lo es.