Tres palabras y otras tres palabras. Las tres
primeras, cohesionándose fuertemente, consolidándose como piedra dura, como un
sillar más de un edificio nuevo en plena y vigorosa construcción. Las otras
tres, disgregándose unas de otras, porque el cansancio del tiempo disuelve poco
a poco los nudos que las mantenían firmes y unidas.
Aprender a decir “Papá, no quema” mientras se
experimenta el concepto de temperatura y olvidar el significado de “fin de
semana” mientras se pierde la noción del tiempo. Así es la vida. Así somos al
principio, y así al final.
El logos nos identifica como Humanidad. Las
palabras son demasiado hermosas, demasiado valiosas, incluso demasiado breves
en el tiempo, como para malgastarlas en vanidades, en enfrentamientos, en
necedades. Carpe Diem.
Escribir es un poco viajar. Por el mundo de
adentro. Por el de afuera. Es descubrir mundos y mostrarse a los
demás, como cuando viajamos. Y es también mostrarse a uno mismo, encontrarse o
reencontrarse, como cuando viajamos.
Cuando escribimos y cuando viajamos nos salimos
de lo cotidiano. Y se nos hace más fácil ver nuestra propia vida como
si fuera una película, desde el patio de butacas. Desde la distancia,
en fin.
También escribir y viajar van parejos
a la reflexión. Cuando viajamos tenemos - nos damos - tiempo para
reflexionar. Escribir es bajar al papel el pensamiento, y para hacerlo hay
que reflexionar necesariamente. Reflexionar es pararse, sí, pararse a pensar.
Es no permitir que nos coma el mundo y sus agobios. Reflexionar es desconectar
de los automatismos mentales que, con el día a día y
sus quehaceres, se nos adhieren al alma casi sin darnos
cuenta, atenazando nuestro yo más íntimo, más libre y más
real. Reflexionar nos equilibra. Porque nos permite conocernos mejor.
Buscarnos y encontrarnos. Y en definitiva, también, nos permite mostrarnos
mejor a los demás.
Me gusta escribir, tanto como viajar.
Siempre. Y comienzo ahora a escribir en este nuevo vehículo - mi primer
"blog" - que he querido titular como el diario que comencé a
escribir en cuartillas con dieciocho años: "Parte de mi
vida". Decir que un diario - mensual llegué a llamarlo a veces - es
un reflejo de nuestra vida me parece exagerado. Pero parte de la vida de uno,
sí que es o puede serlo, siempre que se haga con coherencia. Con verdad. El
nombre de aquél diario lo elegí con 25 años. En pleno servicio militar, en
el que tan habituado estaba a dar partes a la cadena de mando. Pensé
entonces que el doble significado, el de parte como porción de algo mío y
el de parte como comunicación de algo mío, es apropiado para un diario. Y hoy
creo que también es buen nombre para esta aventura que comparto con los que
vengáis por aquí.
He aquí pues el inicio de este viaje. He aquí
parte de mi vida. En este "blog" daré parte - comunicaré -
algunas cosas que a partir de ahora piense o sienta.
¡Cuánto me queda por viajar! ¡Cuánto por
escribir! Me gusta. Me ilusiona. Me da vida. Me rejuvenece.
Así que parto y comparto. Un parto, por cierto,
también es el comienzo de una vida. Como buen ubetense, llevo en la sangre
el Renacimiento Humanista (RH) muy, pero que muy positivo.
Reflexionar, buscar, comunicar, compartir,
viajar, escribir. En el principio de este "blog", vayan por delante
estos verbos como banderas.