Columnas de piedra
Una reflexión y un homenaje
(Publicado en la revista "La Columna", de Úbeda, en 2013)
La tarde de Viernes Santo del año pasado, revestido de
columnero en la plaza de Santa María para comenzar la Procesión General, y
mientras me quedaba helado a consecuencia del frío tremendo que hacía, observé
que las columnas originales de piedra maciza del trono de la venerada imagen de
Nuestro Señor habían sido sustituidas por otras que simulaban, muy bien por
cierto, ser piedra o mármol, pero que eran de madera o material similar.
Me sorprendió. Lo reconozco. También pensé que este
cambio estaría más que justificado y aprobado. Justificado, por el
aligeramiento del peso del trono. Las columnas originales de mármol macizo
pesan como pesan todas las piedras macizas. Mucho. Y aprobado, por el órgano
cofradiero competente y mediante el procedimiento que esté establecido. En todo
esto quedo tranquilo porque me consta que La Columna tiene muchos hermanos
responsables muy preparados para seguir demostrando, como siempre, que es una
cofradía que sabe hacer las cosas bien hechas, como debe ser.
Pocos días después de Semana Santa comencé la redacción
de este breve artículo, que no trata ni quiere tratar sobre esta modificación
del trono, sino que trae el símil de la piedra, de la roca de la que está hecha
una columna, para hacer una reflexión y un homenaje.
Reflexión. Ser cofrade y ser cristiano y ser
penitente y ser de Iglesia es un compromiso que en ocasiones puede resultar
pesado. Como una piedra. Y está claro que si vaciamos de contenido una piedra o
la sustituimos por otro material, la carga resulta más llevadera, aunque no sea
la auténtica. No se pone en riesgo una cofradía por sustituir columnas de
mármol por otras de madera en un trono. Es más, no desaparece una hermandad por
sustituir un trono entero, o por tener la desgracia de perder incluso una
venerada imagen. Que esto en nuestra querida cofradía también ocurrió y no por
ello despareció, que aquí estamos, seguimos y seguiremos. Y es que lo
importante, lo realmente importante, no es perder la foto o la imagen de un
familiar, sino perder al familiar. Y perder al familiar no es que se nos muera,
sino que se nos olvide. Lo que sí que sería grave, o más que grave, el fin, es olvidar
o renunciar a los cimientos de nuestra Fe cristiana para hacerla más llevadera.
Lo tremendo y lo preocupante no es perder la talla de un Cristo, sino perder a
Cristo y olvidarse de su mensaje. Por tanto, digo que si se vacía la columna
del trono para hacerlo más llevadero, no me parece mal, lo puedo entender, y
como me faltan criterios de especialista en la materia sobre la conveniencia
histórica, artística o estética de dicho cambio, tampoco voy a opinar en este
sentido. Pero también digo que si se vaciara la Cofradía de la Columna de
contenido para hacer más llevadero esto de ser cofrade, me parecería triste y
preocupante, y rezo para que nunca lleguemos a tal situación.
Homenaje: a Don Manuel Fuentes Garayalde en
el año del centenario de su nacimiento. Decía antes que perder a un familiar no
es que se nos muera, sino que se nos olvide. Se nos murió el bueno de Don
Manuel pero no lo perderemos mientras no olvidemos su legado. Por eso aplaudo
con fuerza lo que La Columna está haciendo para homenajear y rememorar a este
hombre excepcional en su centenario. Y baso mi personal homenaje en una
parábola de esas con las que Jesucristo, que fue azotado en una fría columna de
piedra, enseñaba a los que se acercaban
a oír su mensaje. A mí bien me parece que Don Manuel pudo ser ese hombre
prudente del que hablaba el Señor en su parábola y que edificó esta Gran
Familia de La Columna sobre roca. La roca firme de la Fe cristiana, con toda su
dureza y toda su fortaleza. Con todas sus consecuencias. Con todo su peso. El
peso que este gran líder de esta gran hermandad quiso y supo llevar con
sencillez, verdad y estilo propio. Dejando huella. Abriendo camino y marcando
el sendero. Por eso, por el abnegado y generoso esfuerzo de Don Manuel, y también
de todos los que a Don Manuel han seguido el rastro, y a pesar de vientos,
torrentes y tempestades, nuestra cofradía nunca dejará de ser una gran familia.
Bendito sea Dios.
Esta es la parábola: “Así
pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como
el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los
torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella
no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras
mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su
casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.” Mateo 7, 24-27
Nada más. De verdad. Un abrazo fraternal