"Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo, o que pase de largo, depende en parte de ti"


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viernes, 19 de julio de 2013

Chiquitita Andalucía




 




         “Chiquitita, tell me what’s wrong. You’re enchained by your own sorrow. In your eyes there is no hope for tomorrow. How I hate to see you like this. There is no way you can deny it. I can see that you’re so sad, so quiet.”

            Mi querida Andalucía,

            “Cuéntame dónde está el error”, te pregunté ayer. Y te vi chiquitita, chiquitita. Ayer me hiciste pasar un día malo, porque constaté que eres extensa, pero no grande, aunque te atraviese y te riegue un río tan grande en etimología y tan largo en historia. Te vi encadenada a tu triste pobreza de miras. Vi en tus ojos que no tienes esperanza en el futuro. Y odio verte así. Quisiera hablar yo con alegría de la gran Andalucía en la que nací y pediría nacer de nuevo si me preguntaran, pero voy a hablar de la chiquitita Andalucía. Esta Andalucía nuestra que sigue empantanada en la mediocridad. Invadida de tanta mediocridad que sólo sabe ver mediocridad. Esta Andalucía que no huele ni distingue el talento, sino que teme perder la prebenda. Esta Andalucía que antepone el favor al mérito. Te sigo viendo triste y callada. Paralizada en tu propia maraña de clientelismo que has permitido fosilizar en tus entrañas.

            Afortunadamente me veo libre para hablarte así, querida Andalucía. Porque lo que soy sólo y tan sólo se lo debo a quienes me educaron y me enseñaron a ganar con mi esfuerzo y mi sacrificio todo aquello que sea capaz de obtener o alcanzar. Y con la misma libertad te digo que en mí puedes confiar. Porque no te estoy poniendo verde. Te hablo con toda la blancura de la sinceridad. Te ofrezco, digo mejor, te sigo ofreciendo mi hombro. El de mis impuestos, el de mis ideas, el de mi trabajo, el de mi voluntad y mi capacidad entera. No me pidas que te adule. No me pidas que me ponga una venda en los ojos. No me pidas que sea condescendiente con mil argumentos que justifiquen lo injustificable. NO. No me da la gana. Con todo el cariño te lo digo, pero no me da la gana. Porque te quiero, Andalucía, me duele verte así. Y porque te quiero, Andalucía, te hablo así. Porque ahí afuera se ríen de ti. Y no me da la gana. Deja ya de una puñetera vez de engañarte a ti misma. Sé honesta. Justa. Auténtica. Abandona el comedero y busca nuevos campos donde labrarte un futuro mejor. Con trabajo, claro. Que no es fácil. Si eso ya lo sé. Por eso quizá no te gusta que te hable así. Porque te incomodo. Porque vengo como Monterone en Rigoletto a aguar una fiesta que ya dura demasiado y donde los invitados no tienen reparo en contemplar desde una posición cómoda y con una mezcla frívola de diversión y morbosidad las desgracias de un pobre bufón jorobado sobre cuya espalda todos ponen sus miserias.

            No le escribo esto a la Junta de Andalucía. No. No sólo. Le escribo a Andalucía. Con su Junta, por supuesto, con el resto de sus administraciones públicas, y con todos sus andaluces también. Porque el futuro y todo lo bueno que consiga Andalucía no sólo es responsabilidad de los políticos. Así como lo malo y lo infecto de Andalucía no sólo reside en sus políticos. Basta ya de pensar que la corrupción es un término sólo aplicable a la clase política. Que está invadida por la corrupción, sí, yo también lo pienso. Pero Andalucía entera debe demasiado a la corrupción del clientelismo. No hablo de algunos. Hablo de miles. No seas hipócrita, mi querida Andalucía. No mires la viga en el ojo de la clase política sin asumir ni reconocer que el otro extremo de esa viga está en tu propio ojo. Que quizá por eso estás ciega y no ves bien lo que pasa.

            Como padre y como contribuyente, quisiera pensar que cada oposición es una preciosa oportunidad para que la enseñanza pública contrate a los mejores educadores. Ahí comienza la mejor calidad de la enseñanza que tanto gusta pregonar a todo el mundo. Pero lamentablemente, esto no es así. Tengo claro que no es así. Y suplico que me quiten la razón, que me demuestren que esto son cosas mías porque haya tenido ayer un mal día. Pero hoy no tengo otra opción que pensar que cada oposición es todo un tratado de exaltación de la amistad, de devolución de favores, y todo ello bajo el amparo de la más exquisita legalidad y el cumplimiento exquisito de las normas vigentes. Con esto no digo que no haya miles de opositores que han conseguido y consiguen su plaza con total merecimiento. Los conozco a puñados y los admiro. Pero todos sabemos que no son uno, ni diez, ni cien, ni mil, los que la consiguen por otros cauces, quizá porque por el cauce real jamás llegarían. Esto es así. Y todos lo sabemos. Es tristemente así.
           
            “Chiquitita, you and I cry, but the sun is still in the sky and shining above you. Let me hear you sing once more like you did before. Sing a new song, Chiquitita”

            Cántate otra, chiquitita. Ojalá sepas algún día cantar una canción nueva. Sabes bien que cada día trae su sol que tanto brilla sobre ti, Andalucía mía. Y cada día es una enorme oportunidad para ser mejores. Y más libres. Ánimo. Jamás dejes de intentarlo.

             En fin. Como estoy libre de enchufes, descargo mi indignación de hoy con este primer voltio. Caramba.

lunes, 20 de mayo de 2013

Aliento



El mundo, la gente, necesita - necesitamos - aliento. No sólo en estos tiempos, con tantas crisis que nos atenazan. Esto que acabo de escribir es una obviedad antropológica de aplicación a cualquier época o circunstancia.

Hoy ha sido el día del aliento.

Esta tarde, pensando sobre este asunto, llegaba a la conclusión de que el aliento, fisiológicamente considerado, se recibe tanto como se da. Es lo que tiene la respiración. Si sólo soltáramos aire, nos vaciaríamos y nos ahogaríamos. Si sólo tomáramos aire, nos hincharíamos y reventaríamos. La clave de que sigamos vivos es aprender a acompasar la entrada y la salida de aire. Tanto aire entra como tanto aire sale. Es lo primero que tenemos que aprender a hacer cuando nacemos. Y ¡ay! del que no lo consiga: queda sin aliento y por tanto, sin vida.

Pienso que el aliento del alma, o el aliento psicológicamente considerado, funciona también así: con un equilibrio de recepción y donación del mismo. Necesitamos que nos den aliento. Que nos animen para seguir adelante. Pero he aquí la gran lección que he meditado y aprendido esta tarde de ecuador de un receso laboral que me he tomado: la importancia vital de buscar y encontrar el equilibrio entre la recepción y la donación del aliento del alma.

Dicho de otro modo, si buscas aliento porque te ves escaso de fuerzas, no te preocupes. Es normal, quizá sea porque te has vaciado alentando a los demás, y eso es bueno. Y si encuentras aliento y te llenas de él, no tardes en sacarlo fuera y compartirlo alentando a los que tengas cerca, porque será la forma de dar sentido completo al aliento que has recibido. Y así la vida entera. Tomando y donando ánimo. En equilibrio. Sin excesos por un lado, ni por el otro. Tan simple como respirar. Tan complejo como respirar. Tan automático como respirar. Y tan vital como respirar.

Lo de que hoy ha sido el día del aliento no es una festividad nueva que yo me haya inventado para dar hilo a estas líneas. Es una forma, quizá no muy descabellada, de denominar la importante solemnidad que hoy – ayer ya -  se ha celebrado.

miércoles, 10 de abril de 2013

Mírame, Señor



Mírame, Señor

(Publicado en la revista "Jesús", de Úbeda, en 2013. 
Por cierto, finalmente salieron Jesús, el Sol, y mi pequeña...)


Mírame, Señor, si no puedo verte.
Ilumíname aunque esté distante,
Si no logro estar en el santo instante
En que sales a cargar con la muerte.

Rezaré por la vida, con Fe fuerte.
Esperando, o con ella delante,
Recordaré que su brío pujante
Es milagro de Amor que ofrecerte.

Mírala, Señor, extiende tu mano,
Esa que mi cruz, tan tuya, soporta.
Inunda de tu Luz su alma risueña.

Jesús, quiero despertar muy temprano,
Hallar el don que mi vida conforta:
Saldrás Tú. Y el Sol. Y mi pequeña.


Adrián Navarrete Orzáez, en la semana 32
2 de febrero, día de la Candelaria, o de la Luz

Columnas de piedra - Una reflexión y un homenaje



Columnas de piedra

 Una reflexión y un homenaje 

(Publicado en la revista "La Columna", de Úbeda, en 2013)

La tarde de Viernes Santo del año pasado, revestido de columnero en la plaza de Santa María para comenzar la Procesión General, y mientras me quedaba helado a consecuencia del frío tremendo que hacía, observé que las columnas originales de piedra maciza del trono de la venerada imagen de Nuestro Señor habían sido sustituidas por otras que simulaban, muy bien por cierto, ser piedra o mármol, pero que eran de madera o material similar.

Me sorprendió. Lo reconozco. También pensé que este cambio estaría más que justificado y aprobado. Justificado, por el aligeramiento del peso del trono. Las columnas originales de mármol macizo pesan como pesan todas las piedras macizas. Mucho. Y aprobado, por el órgano cofradiero competente y mediante el procedimiento que esté establecido. En todo esto quedo tranquilo porque me consta que La Columna tiene muchos hermanos responsables muy preparados para seguir demostrando, como siempre, que es una cofradía que sabe hacer las cosas bien hechas, como debe ser.

Pocos días después de Semana Santa comencé la redacción de este breve artículo, que no trata ni quiere tratar sobre esta modificación del trono, sino que trae el símil de la piedra, de la roca de la que está hecha una columna, para hacer una reflexión y un homenaje.

Reflexión. Ser cofrade y ser cristiano y ser penitente y ser de Iglesia es un compromiso que en ocasiones puede resultar pesado. Como una piedra. Y está claro que si vaciamos de contenido una piedra o la sustituimos por otro material, la carga resulta más llevadera, aunque no sea la auténtica. No se pone en riesgo una cofradía por sustituir columnas de mármol por otras de madera en un trono. Es más, no desaparece una hermandad por sustituir un trono entero, o por tener la desgracia de perder incluso una venerada imagen. Que esto en nuestra querida cofradía también ocurrió y no por ello despareció, que aquí estamos, seguimos y seguiremos. Y es que lo importante, lo realmente importante, no es perder la foto o la imagen de un familiar, sino perder al familiar. Y perder al familiar no es que se nos muera, sino que se nos olvide. Lo que sí que sería grave, o más que grave, el fin, es olvidar o renunciar a los cimientos de nuestra Fe cristiana para hacerla más llevadera. Lo tremendo y lo preocupante no es perder la talla de un Cristo, sino perder a Cristo y olvidarse de su mensaje. Por tanto, digo que si se vacía la columna del trono para hacerlo más llevadero, no me parece mal, lo puedo entender, y como me faltan criterios de especialista en la materia sobre la conveniencia histórica, artística o estética de dicho cambio, tampoco voy a opinar en este sentido. Pero también digo que si se vaciara la Cofradía de la Columna de contenido para hacer más llevadero esto de ser cofrade, me parecería triste y preocupante, y rezo para que nunca lleguemos a tal situación.

Homenaje: a Don Manuel Fuentes Garayalde en el año del centenario de su nacimiento. Decía antes que perder a un familiar no es que se nos muera, sino que se nos olvide. Se nos murió el bueno de Don Manuel pero no lo perderemos mientras no olvidemos su legado. Por eso aplaudo con fuerza lo que La Columna está haciendo para homenajear y rememorar a este hombre excepcional en su centenario. Y baso mi personal homenaje en una parábola de esas con las que Jesucristo, que fue azotado en una fría columna de piedra, enseñaba a los que se  acercaban a oír su mensaje. A mí bien me parece que Don Manuel pudo ser ese hombre prudente del que hablaba el Señor en su parábola y que edificó esta Gran Familia de La Columna sobre roca. La roca firme de la Fe cristiana, con toda su dureza y toda su fortaleza. Con todas sus consecuencias. Con todo su peso. El peso que este gran líder de esta gran hermandad quiso y supo llevar con sencillez, verdad y estilo propio. Dejando huella. Abriendo camino y marcando el sendero. Por eso, por el abnegado y generoso esfuerzo de Don Manuel, y también de todos los que a Don Manuel han seguido el rastro, y a pesar de vientos, torrentes y tempestades, nuestra cofradía nunca dejará de ser una gran familia. Bendito sea Dios.

Esta es la parábola: “Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.” Mateo 7, 24-27

Nada más. De verdad. Un abrazo fraternal

lunes, 4 de marzo de 2013

... y se volvió por otro camino


Los sabios de Oriente fueron peregrinos de la luz. Buscaron la luz del mundo. Siguieron la luz de la estrella del cielo. Encontraron al Mesías, y fueron a adorarle. Y se volvieron por otro camino.

Pienso que la luz y la inteligencia van siempre unidas, porque la inteligencia es la luz que permite a nuestra mente entender lo que nos pasa y lo que pasa nuestro alrededor. Estos sabios de Oriente demostraron ser inteligentes porque supieron interpretar lo que estaba pasando. Supieron leer los acontecimientos y encontrar lo sustancial de lo que se vivía en esos días, al margen de riquezas, envidias, guerras, etc… También demostraron ser humildes. Para dejar atrás sus riquezas y comodidades, y emprender un peregrinaje complicado y llegar a postrarse ante el salvador del mundo. Eran sabios, y se arrodillaron ante la luz del mundo. “Y se volvieron por otro camino”, como escribe Mateo.

El anciano Simeón, que estaba en el templo cuando fue Jesús llevado allí para ser presentado, también demostró inteligencia y humildad porque supo ver en un pequeño de pocas semanas de vida al salvador del mundo. Simeón vio la luz del mundo en ese niño. Lucas nos dice que exclamó “ahora, Señor, ya puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz”.

Benedicto XVI ha dejado de ser Papa de la Iglesia Católica por propia voluntad y en plena libertad de decisión propia. Ratzinger es un gigante intelectual, un sabio como los sabios de Oriente, que ha sido peregrino de la luz de mundo. Un buscador del oro resplandeciente de la verdad. Un hombre cuya singular inteligencia le ha permitido interpretar lo que pasa en el mundo. Para esto hay que ser muy listo. Y Ratzinger es tremendamente listo y culto. Con lo primero se nace. Lo segundo, se hace o no se hace. Buena tierra por tanto, y bien trabajada durante toda una vida. Y ahora es un anciano que, como Simeón, siente la tranquilidad de que puede irse en paz.

Recuerdo la primera Jornada Mundial de la Juventud a la que asistió Benedicto XVI fue en Colonia, en su Alemania natal. No olvido un lema que se repitió mucho en alguno de los actos allí celebrados y que vi por televisión: “y se marcharon por otro camino”. Por otro lado, mi recuerdo más fuerte e imborrable de este Papa siempre será el de ver a un gigante intelectual postrado, de rodillas, ante la luz del mundo. Siempre recordaré la fuerza de la imagen visual de Benedicto XVI, a quien ni sus muchísimos años a la espalda, ni tanta inclemencia meteorológica de aquella noche, impidieron que adorara al Santísimo, puesto de rodillas y acompañado de una multitud inmensa de jóvenes en Cuatro Vientos, en Madrid, en España, en la última JMJ a la que creo que ha asistido.

Ratzinger pudo ser en la vida lo que hubiera querido. El mundo está lleno de gente tremendamente inteligente que usa la inteligencia para procurarse un  brillantísimo porvenir plagado de éxitos, de riquezas, de todo. Pero no abundan tanto los que la ofrecen al Señor. Todo el oro de su inteligencia, todo el incienso de su inteligencia, y toda la mirra de su inteligencia. Porque la inteligencia es oro por lo valiosa y poderosa que es, también es incienso porque es capaz de expandirse y de elevarse, y también es mirra porque la inteligencia también va cosida al sufrimiento, pues ayuda a ver claro lo bueno y también a ver claro lo malo. Pues bien. Yo quiero destacar ese gesto supremo de humildad. El de ponerse de rodillas reconociendo a quien realmente es la verdadera luz del mundo. Benedicto, como los sabios de Oriente, ha adorado al Señor y ha puesto todos sus dones, que son muy poderosos, a su servicio. Y como los sabios de Oriente, ha sabido marcharse por otro camino. No el camino que todos podíamos prever, el de la muerte, que ha sido el de decenas y decenas de Papas que le predecedieron. Pues no. Otro camino. El de la retirada voluntaria, meditada y consciente. Benedicto XVI, como Simeón, sabe reconocer con igual clarividencia hasta dónde llegan sus fuerzas y dónde está la luz del mundo. Por eso pienso que realmente, como a Simeón, le deja el Señor que se haya ido en paz por ese otro camino que anunció tomar pocos días después de la celebración de la Candelaria, del día de la Luz, del día de la presentación de Jesús en el templo, donde Simeón supo reconocerlo como luz y salvador del mundo.

Cuando murió Juan Pablo II y fue elegido nuevo Papa Benedicto XVI, pensé que jamás influiría en mí tanto como su predecesor. No imaginaba yo en ese momento hasta qué punto estaba equivocado. Este Papa me ha dado una lección de humildad y luz a partes iguales que me han sacado de mi error.

Hay que ver. Me hago mayor, y con casi 40 años de peregrinaje por este mundo ahora pienso de nuevo que los reyes no son los padres. Porque los reyes magos de oriente, los sabios que no tienen la luz pero saben identificarla, buscarla y seguirla guiando al resto, los que por grandes que sean nos enseñan a hacernos pequeños ante el Señor, son los Papas.