En la misma tarde. La de ayer.
Tres palabras y otras tres palabras. Las tres
primeras, cohesionándose fuertemente, consolidándose como piedra dura, como un
sillar más de un edificio nuevo en plena y vigorosa construcción. Las otras
tres, disgregándose unas de otras, porque el cansancio del tiempo disuelve poco
a poco los nudos que las mantenían firmes y unidas.
Aprender a decir “Papá, no quema” mientras se
experimenta el concepto de temperatura y olvidar el significado de “fin de
semana” mientras se pierde la noción del tiempo. Así es la vida. Así somos al
principio, y así al final.
El logos nos identifica como Humanidad. Las
palabras son demasiado hermosas, demasiado valiosas, incluso demasiado breves
en el tiempo, como para malgastarlas en vanidades, en enfrentamientos, en
necedades. Carpe Diem.
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