“Chiquitita, tell me
what’s wrong. You’re enchained by your own sorrow. In your eyes there is no
hope for tomorrow. How I hate to see you like this. There is no way you can
deny it. I can see that you’re so sad, so quiet.”
Mi querida Andalucía,
“Cuéntame dónde está el error”, te
pregunté ayer. Y te vi chiquitita, chiquitita. Ayer me hiciste pasar un día
malo, porque constaté que eres extensa, pero no grande, aunque te atraviese y
te riegue un río tan grande en etimología y tan largo en historia. Te vi
encadenada a tu triste pobreza de miras. Vi en tus ojos que no tienes esperanza
en el futuro. Y odio verte así. Quisiera hablar yo con alegría de la gran
Andalucía en la que nací y pediría nacer de nuevo si me preguntaran, pero voy a
hablar de la chiquitita Andalucía. Esta Andalucía nuestra que sigue empantanada
en la mediocridad. Invadida de tanta mediocridad que sólo sabe ver mediocridad.
Esta Andalucía que no huele ni distingue el talento, sino que teme perder la
prebenda. Esta Andalucía que antepone el favor al mérito. Te sigo viendo triste
y callada. Paralizada en tu propia maraña de clientelismo que has permitido
fosilizar en tus entrañas.
Afortunadamente me veo libre para
hablarte así, querida Andalucía. Porque lo que soy sólo y tan sólo se lo debo a
quienes me educaron y me enseñaron a ganar con mi esfuerzo y mi sacrificio todo
aquello que sea capaz de obtener o alcanzar. Y con la misma libertad te digo
que en mí puedes confiar. Porque no te estoy poniendo verde. Te hablo con toda
la blancura de la sinceridad. Te ofrezco, digo mejor, te sigo ofreciendo mi
hombro. El de mis impuestos, el de mis ideas, el de mi trabajo, el de mi
voluntad y mi capacidad entera. No me pidas que te adule. No me pidas que me
ponga una venda en los ojos. No me pidas que sea condescendiente con mil
argumentos que justifiquen lo injustificable. NO. No me da la gana. Con todo el
cariño te lo digo, pero no me da la gana. Porque te quiero, Andalucía, me duele
verte así. Y porque te quiero, Andalucía, te hablo así. Porque ahí afuera se
ríen de ti. Y no me da la gana. Deja ya de una puñetera vez de engañarte a ti
misma. Sé honesta. Justa. Auténtica. Abandona el comedero y busca nuevos campos
donde labrarte un futuro mejor. Con trabajo, claro. Que no es fácil. Si eso ya
lo sé. Por eso quizá no te gusta que te hable así. Porque te incomodo. Porque
vengo como Monterone en Rigoletto a aguar una fiesta que ya dura demasiado y
donde los invitados no tienen reparo en contemplar desde una posición cómoda y
con una mezcla frívola de diversión y morbosidad las desgracias de un pobre
bufón jorobado sobre cuya espalda todos ponen sus miserias.
No le escribo esto a la Junta de
Andalucía. No. No sólo. Le escribo a Andalucía. Con su Junta, por supuesto, con
el resto de sus administraciones públicas, y con todos sus andaluces también.
Porque el futuro y todo lo bueno que consiga Andalucía no sólo es
responsabilidad de los políticos. Así como lo malo y lo infecto de Andalucía no
sólo reside en sus políticos. Basta ya de pensar que la corrupción es un
término sólo aplicable a la clase política. Que está invadida por la
corrupción, sí, yo también lo pienso. Pero Andalucía entera debe demasiado a la
corrupción del clientelismo. No hablo de algunos. Hablo de miles. No seas
hipócrita, mi querida Andalucía. No mires la viga en el ojo de la clase
política sin asumir ni reconocer que el otro extremo de esa viga está en tu
propio ojo. Que quizá por eso estás ciega y no ves bien lo que pasa.
Como padre y como contribuyente,
quisiera pensar que cada oposición es una preciosa oportunidad para que la
enseñanza pública contrate a los mejores educadores. Ahí comienza la mejor
calidad de la enseñanza que tanto gusta pregonar a todo el mundo. Pero
lamentablemente, esto no es así. Tengo claro que no es así. Y suplico que me
quiten la razón, que me demuestren que esto son cosas mías porque haya tenido
ayer un mal día. Pero hoy no tengo otra opción que pensar que cada oposición es
todo un tratado de exaltación de la amistad, de devolución de favores, y todo
ello bajo el amparo de la más exquisita legalidad y el cumplimiento exquisito
de las normas vigentes. Con esto no digo que no haya miles de opositores que
han conseguido y consiguen su plaza con total merecimiento. Los conozco a
puñados y los admiro. Pero todos sabemos que no son uno, ni diez, ni cien, ni
mil, los que la consiguen por otros cauces, quizá porque por el cauce real
jamás llegarían. Esto es así. Y todos lo sabemos. Es tristemente así.
“Chiquitita,
you and I cry, but the sun is still in the sky and shining above you. Let me
hear you sing once more like you did before. Sing a new song, Chiquitita”
Cántate otra, chiquitita. Ojalá
sepas algún día cantar una canción nueva. Sabes bien que cada día trae su sol
que tanto brilla sobre ti, Andalucía mía. Y cada día es una enorme oportunidad
para ser mejores. Y más libres. Ánimo. Jamás dejes de intentarlo.
En
fin. Como estoy libre de enchufes, descargo mi indignación de hoy con este
primer voltio. Caramba.
Sí, tienes toda la razón y hace algunos siglos que un poeta árabe dijo lo mismo, en un hermoso poema dedicado a Alandaluzia
ResponderEliminar