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sábado, 10 de marzo de 2012

Crisis - Artículo para revista La Columna 2012

Crisis

El agua no es mala en sí. Lo malo es ahogarse en ella.


            Las cofradías de Semana Santa que hoy conocemos se asientan doblemente en este término, crisis, que en los frenéticos, complejos y duros tiempos que vivimos tanto nos llena nuestro día a día y tanto nos vacía de otras cosas.

Crisis es una palabra que tiene origen griego y sonoridad de vasija rota en su pronunciación. Significa ruptura, separación, cambio importante. Actualmente también significa escasez, dificultad, complicación en general.

Este es el segundo artículo que para mi querida Columna escribo tirando al monte de la etimología griega. Y es que soy de ciencias, qué le vamos a hacer. Así que para no aburrir, intentaré ser especialmente breve, sintético y claro a pesar del espinoso asunto sobre el que me he puesto a escribir, que bien daría y da para capítulos y libros enteros.

Un párrafo para el primero de los orígenes de nuestras cofradías: en la Baja Edad Media, y de modo especial en el siglo catorce, la miseria y la peste, la pobreza y la enfermedad, asolaban Europa y España. Esta circunstancia, unida a la tradición de los gremios que venía de algunos siglos atrás, cuando se desarrollaron los oficios en las florecientes ciudades, propició la aparición de las primeras cofradías o hermandades. Estas cofradías tenían por tanto un claro tinte gremial, fraternal, y la principal misión de las mismas era ayudarse. Ante la pobreza y la enfermedad. Ante la crisis. Estas cofradías eran por tanto, una respuesta a una crisis. Tenían su origen en una crisis. Eran cofradías para consolar en el dolor, ayudar en la pobreza, acompañar en la soledad. Seguro que nos viene a todos un claro ejemplo ubetense de esto.

Otro párrafo para el segundo de los orígenes, que es algo posterior. Se sitúa en el Renacimiento, donde hubo otra crisis tremendamente importante. No tanto de escasez o de epidemias, como de ruptura con un modelo político, social, económico y cultural, el Feudalismo, que estaba agotado. En lo religioso también hubo ruptura, división, cisma. Hablamos de la Reforma Protestante en la primera mitad del siglo dieciséis con Lutero a la cabeza, que sumió en un gran cambio, una ruptura, una crisis de fe a la Iglesia cristiana, que no vivió precisamente su mejor época en los siglos inmediatamente anteriores. En esa crisis, se convocó el Concilio de Trento (1545-1564), donde entre otras muchas cosas, de modo claro se daba un espaldarazo a las imágenes, a la devoción, y al ejercicio de la Caridad como mejores medios de propagación y enseñanza de la Fe. Y aquí comenzaron a fundarse muchas cofradías que promovían mucho la devoción y la expresión pública de la Fe. Estas cofradías tenían una clara componente devocional, cultual, procesional. Por ejemplo, todas aquellas que se fundaron para acompañar en el camino del calvario a Jesús cargado con la cruz. Seguro que también nos viene a todos otro claro ejemplo ubetense. Estas cofradías por tanto también tenían su origen en una crisis. También eran una respuesta a una crisis.

Unas líneas con una primera reflexión: por eso las cofradías que hoy conocemos, y sus estatutos fundacionales, se apoyan tanto en estos pilares básicos que están en su propio origen histórico: el devocional y el caritativo. La propagación o propaganda de la Fe, y la Caridad o la ayuda fraternal al prójimo. Y estos dos pilares se erigen para superar una crisis: la crisis de la pobreza y la enfermedad, que despierta la ayuda entre hermanos; y la crisis de la ruptura, o cisma de los cristianos, que suscita la necesidad de propagar, de pregonar, de expresar públicamente la Fe. No en vano, el apoyo en estos dos pilares ya ocurría en las primeras Semanas Santas de la Historia, en las que quedaban aún muchísimos siglos para que se fundaran las primeras cofradías. Sabemos que los primeros cristianos no se avergonzaban de expresar públicamente su fe, al contrario, lo hacían con orgullo, a cara descubierta, y aun a riesgo de sus vidas; y sabemos que los primeros cristianos eran modélicos en términos de amor al prójimo. Sabemos que los primeros cristianos, en definitiva, eran grandísimos cristianos.

Ahora una cuestión tecnológica. Fijaos en esto: Gutenberg inventó la imprenta allá por 1450. Fue este un adelanto tecnológico tan importante, que sin la imprenta el Renacimiento quizá no habría existido tal como fue, y sin la imprenta la evolución del mundo habría sido muy distinta en los siglos posteriores. Sin la imprenta, Lutero (1483-1546) jamás podría haber difundido a gran velocidad sus tesis protestantes en la primera mitad del siglo dieciséis. ¿Fue este cisma de los cristianos, esa crisis de la Reforma y la Contrarreforma, una especie de indigestión provocada en gran medida por un importante avance tecnológico?  Puede ser.

            Y ahora estamos inmersos en otra gran revolución tecnológica, que nos ha traído esto que viene en denominarse Sociedad de la Información, que incluye inmediatez en las comunicaciones, accesos rápidos, globales y eficaces a todo tipo de informaciones, creación de foros y redes sociales de ámbito mundial, etcétera. Pensemos que gracias a la imprenta, un burgués del siglo dieciséis podía meter en una habitación de su casa una parte de los libros que pudiera haber en algunos monasterios; pero hoy un joven adolescente tiene al alcance de su móvil,  que sostiene en su propia mano, más información de la que había en todos los monasterios de la Edad Media. Es como para reflexionar. ¿Tendremos en un futuro, o tenemos ya, otra indigestión? Puede ser.

            El mundo está en crisis. España está en crisis. Probablemente la Semana Santa está también afectada por la crisis. No sólo la económica, de escasez y pobreza. También la de un cambio profundo, quizá alentado por un factor tecnológico determinante, que puede hacer replantearse a las cofradías su modo de existir en este mundo tan complejo, globalizado y cambiante.

            ¿Qué hacer? La pregunta del millón. Ojala tuviera yo la respuesta acertada. Mientras la sigo buscando, tengo esta propuesta: hagamos caso a Jesús, el que estuvo atado a la columna sin descomponer el rostro, el que dijo a Nicodemo que “el que no está dispuesto a nacer de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn. 3, 3), el que dijo a sus discípulos que “si no cambiáis y os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios” (Mt. 18, 3). Entre un océano de informaciones, palabras y conceptos donde tienen que crecer y aprender a nadar sin ahogarse, los niños entienden perfectamente la fuerza de una imagen, y el calor de un abrazo. Ahí no se pierden, ni se ahogan. Así de sencillo. Así de limpio. Así de claro. “En tiempos de crisis, no hay que hacer mudanza”, dijo San Ignacio de Loyola en pleno siglo dieciséis. Mejor asentarse bien sobre los auténticos pilares. Sobre roca firme. Mientras las cofradías tengan cristianos orgullosos de serlo y de expresarlo públicamente – la fuerza de la imagen - , y dispuestos siempre a ayudar al prójimo – el calor de un abrazo - , ninguna crisis será una amenaza. Al contrario. Será una oportunidad de demostrar qué tipo de gente es un cristiano de verdad.

            Los cristianos sabemos que la Resurrección de Jesucristo provocó la mayor crisis de la Historia de la Humanidad. Porque supuso una ruptura, un cambio radical que marcó un antes y un después, no sólo en la forma de numerar los siglos, sino en la forma de vivir y entender la vida.

            La crisis, como el agua, no es mala en sí. Aunque caiga – me refiero al agua - justo en la tarde del Jueves Santo. Lo peligroso del agua, y de la crisis, es que nos ahoguemos en ella. Lo bueno y lo malo del agua y de la crisis, está en nosotros. En cada uno de nosotros. Está en la medida en que sepamos traducir cada escollo que amenace con hundirnos en una roca donde apoyarnos, cada dificultad en una oportunidad, cada problema en el comienzo de una solución.

            He hablado mucho de Fe y Caridad en este artículo, porque son pilares básicos de nuestras cofradías y roca firme en la que apoyarse en tiempos de crisis. Pero os habréis dado cuenta que de lo que estoy hablando realmente es de Esperanza, que deseo tengáis con colmo a todos los que andéis necesitados de ella.

            Ya veis, hermanos, ser honestamente tradicional no está reñido con ser honestamente optimista. Pienso que a pesar de las dificultades, al final todo puede ir sobre ruedas. ;-)

            Un abrazo fraternal

                        Adrián Navarrete Orzáez – Cofrade 775.

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