El
mundo, la gente, necesita - necesitamos - aliento. No sólo en estos tiempos,
con tantas crisis que nos atenazan. Esto que acabo de escribir es una obviedad
antropológica de aplicación a cualquier época o circunstancia.
Hoy
ha sido el día del aliento.
Esta
tarde, pensando sobre este asunto, llegaba a la conclusión de que el aliento,
fisiológicamente considerado, se recibe tanto como se da. Es lo que tiene la
respiración. Si sólo soltáramos aire, nos vaciaríamos y nos ahogaríamos. Si
sólo tomáramos aire, nos hincharíamos y reventaríamos. La clave de que sigamos
vivos es aprender a acompasar la entrada y la salida de aire. Tanto aire entra
como tanto aire sale. Es lo primero que tenemos que aprender a hacer cuando
nacemos. Y ¡ay! del que no lo consiga: queda sin aliento y por tanto, sin vida.
Pienso
que el aliento del alma, o el aliento psicológicamente considerado, funciona
también así: con un equilibrio de recepción y donación del mismo. Necesitamos
que nos den aliento. Que nos animen para seguir adelante. Pero he aquí la gran
lección que he meditado y aprendido esta tarde de ecuador de un receso laboral
que me he tomado: la importancia vital de buscar y encontrar el equilibrio
entre la recepción y la donación del aliento del alma.
Dicho
de otro modo, si buscas aliento porque te ves escaso de fuerzas, no te
preocupes. Es normal, quizá sea porque te has vaciado alentando a los demás, y
eso es bueno. Y si encuentras aliento y te llenas de él, no tardes en sacarlo
fuera y compartirlo alentando a los que tengas cerca, porque será la forma de
dar sentido completo al aliento que has recibido. Y así la vida entera. Tomando
y donando ánimo. En equilibrio. Sin excesos por un lado, ni por el otro. Tan
simple como respirar. Tan complejo como respirar. Tan automático como respirar.
Y tan vital como respirar.
Lo
de que hoy ha sido el día del aliento no es una festividad nueva que yo me haya
inventado para dar hilo a estas líneas. Es una forma, quizá no muy
descabellada, de denominar la importante solemnidad que hoy – ayer ya - se ha celebrado.
Cuánta razón llevas hermano, gracias por enseñarme a respirar, es la fuerza de la vida.
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