Artur,
Te
tengo por tipo inteligente. Hábil. Preparado. Templado. Buena gente. Sí. Buena
gente también. Siempre me has caído bien. Contigo me pasa como con Barcelona,
que no la conozco personalmente, pero de la que siempre he tenido una muy buena
impresión por lo que de ella he ido conociendo aunque no todo me guste, y
estaría encantado de conocer por fin algún día de modo cercano y directo.
Te
imagino administrando este escenario político imaginario que te propongo. Un
día, el Alcalde de Barcelona es aclamado
en las puertas del Ayuntamiento por miles y miles de sus conciudadanos. Le
piden independencia. La independencia de Barcelona. Que es una de las ciudades
más prósperas, modernas, cosmopolitas y bellas del mundo. Si Barcelona fuera un
pequeño estado independiente, al estilo de Mónaco, la renta per cápita de los
barceloneses se dispararía. Porque la densidad de empresas y de actividad
económica en Barcelona es elevadísima, y en definitiva lo que en Barcelona se
produce por metro cuadrado, es tremendo, enorme. “¿Qué necesidad tenemos –
podrían decir los ciudadanos de Barcelona - de sufragar con parte de nuestros
impuestos una carretera en Tarragona? Si ese dinero se emplea en generar aún
más riqueza en la propia Barcelona, mucho mejor para nosotros. Antes y mejor saldríamos
de esta crisis que nos atenaza. De Barcelona salen muchos más impuestos hacia
el resto de Cataluña que el dinero que retorna a la ciudad”. Imagina que el
Alcalde, armado de valor por tal respaldo popular de los que lo han votado,
incluso de los que no lo han votado y lo elegirían no sólo como Alcalde, si les
promete mejorar sustancialmente sus problemas en una época de crisis sin
precedentes, se presenta en tu despacho. Y te dice que Barcelona tiene derecho
a decidir por sí sola. Y que va a organizar un referendum, estés o no de
acuerdo, lo contemple la Ley, o no. Una consulta para que Barcelona decida su
futuro. Y que sobre ese futuro, el resto de Cataluña no tiene nada que decir, nada
que opinar.
Supongo
que en tu contestación al Alcalde aparecería más pronto que tarde la palabra
solidaridad. Y la expresión “lazos históricos”. Probablemente, también le
explicarías que la riqueza que Barcelona produce se asienta por ejemplo en el
talento de los catalanes que, desde distintos puntos de Cataluña, migran a
Barcelona donde trabajan, emprenden, ponen su granito de arena por una Cataluña
mejor. Le hablarías de vertebración territorial catalana. Le harías ver que con
los impuestos de los campesinos de una zona rural es imposible pagar los tramos
de carretera que por esa zona rural pasen. Le dirías que Cataluña unida genera
más sinergias y a la postre garantiza un mejor futuro frente a los problemas
que surjan que una Cataluña atomizada, disgregada, dividida.
Pero
imagina que el Alcalde te dice que no. Que todo eso le da igual. O mejor dicho,
que todo eso le importa lo mismo que tú manifestaste un día que te importaba
cuando te lo dijeron mientras te empeñabas en abrazar y alentar la
independencia de Cataluña respecto a España, que no por cierto respecto a Europa.
Es más, imagina que el Alcalde te dice que Barcelona quiere escindirse de
Cataluña, pero por supuesto, mantenerse en la Federación Española de Municipios
y Provincias, porque así se siente más segura y protegida que sola en el mundo.
¿Qué
harías?
Tengo
casi al cien por cien seguro, por ser inteligente y sagaz como sigo pensando
que eres, que esto lo tienes contemplado. Tanto el escenario que te he
propuesto, por absurdo que parezca, como la gestión del mismo. Aunque sólo sea
en el ámbito imaginario, o como una simple cuestión dialéctica. Lo que no tengo
clara es tu respuesta. Y la verdad es que tengo curiosidad por conocerla,
aunque el verdadero propósito de esta carta es no es tanto hacer responder como
hacer pensar al que lo lea.
Pienso
que lo de “más madera”, fuera de escenarios imaginarios de películas de humor,
no siempre es una estrategia fina, ni correcta, ni prudente, ni inteligente, ni
apropiada, ni moralmente aceptable. Hay veces que sólo puede hacer crecer el
fuego. Y el fuego es fenomenal, y fundamental para el desarrollo de la
Humanidad, salvo cuando destruye y arrasa. Con el fuego pasa como con el valor:
porque el valor es indispensable para conseguir las mejores y más altas metas,
pero también a veces sólo hace falta valor para proponerse hacer y llegar a conseguir lo peor.
Lo
llevas en el nombre. Te pinta más ser de sumar, que de dividir. Menos leña al
fuego, y más madera de líder, que la tienes.
Piénsatelo.
Amics per
sempre, Artur. Visca Catalunya. Viva España. Y viva Úbeda.
1992 abrazos,
paisano.
Adrián
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