"Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo, o que pase de largo, depende en parte de ti"


.

sábado, 22 de diciembre de 2012

It's true







“It’s true, we`ll make a better day, just you and me”

Era la hora de la siesta, esa siesta que casi nunca me echo por más español que me sienta y por mejor que me siente. Estaba sentado junto a mi mujer, con la que por la mañana había estado oyendo de nuevo, vía ecógrafo, el pujante ritmo cardíaco de nuestra pequeña Inma a la que hace algunos meses me atreví a prebautizar aquí como “porvenir”.

Habíamos visto a la caperucita roja más graciosa que yo jamás haya visto o imaginado nunca, y tenía la sensación de orgullo inmensa e intensa viendo a mi propia hija cantando dos canciones navideñas en la primera actuación pública con sus compañeros de clase en el teatro del colegio.

Y de pronto, teníamos enfrente a todo un coro de pinochos de cinco años con la nariz tan alargada como cuenta el cuento cantando “it’s true, we’ll make a better day, just you and me”. Hubo entonces una explosión de sentimientos en cadena dentro de mi cabeza. Recordé mi etapa escolar, porque esta canción, la de “We are the World, We are the children” fue la primera que aprendí yo a cantar en inglés. Caí en la cuenta de que la última vez que canté esto yo era un niño. Formaba parte de los “children” del “World” de entonces.

Pinocho, cuya nariz es el símbolo internacional de la mentira cantando “es verdad, haremos un futuro mejor, justo tú y yo”. El contraste era impactante. Porque en ese momento no había verdad más cierta que la que yo tenía delante. Los niños son el mundo, son los que conseguirán un futuro mejor. Son el empuje. La verdad, la inocencia, y el impulso que salvarán al mundo. Vestidos de pinocho, con sus narices largas, pero cantando verdades como puños.

Minutos antes, estos niños de cinco años habían hecho sin darse cuenta algo excepcional y revelador. Comenzó la canción con problemas técnicos de sonido. Los solistas, alumnos de bachillerato, se  miraban no sabiendo bien qué hacer. Comenzaron de nuevo la canción pero los acoples de sonido y los problemas de volumen hacían perder la referencia musical de la canción y todo se iba al traste. Pero esos pinochos se pusieron a cantar. Cantaron todos juntos el estribillo. Estaban deseando hacerlo. Se les veía llenos de ilusión, de ganas, de empuje, de demostrar lo bien que se sabían la canción que habían estado ensayando. Y sacaron adelante la canción.

Todo un ejemplo. Ese coro de pinochos era una cascada de agua fresca y limpia que inundó en pocos segundos el teatro del colegio.

El mundo estaba dado la vuelta. Los de las narices largas, cantando verdades; los demás, con narices normales, o incluso sin narices, no. Y ahí me quedo. Los mayores, no sabiendo qué hacer para solucionar un problema, ni cómo ayudar a solucionarlo. Y los pequeños, los recién llegados, solucionándolo.

Y me busqué. Me busqué allí. Con emoción. Porque un día yo canté aquello. Y porque por más años que cumplamos, no podemos renunciar a ser cascada de agua limpia y fresca que renueve los pantanos de aguas estancadas que tanto abundan en el mundo. Me busqué allí porque me avergonzaba encontrarme en el complejo pantano donde los adultos nadamos y nos ahogamos porque no sabemos ver lo que de verdad importa, ni sabemos encontrar la verdadera solución de los problemas.

Es verdad. Los pinochos no mentían. Los niños salvan. Por eso esperamos que nazca. Ojalá nazca en todos nuestros corazones el niño eterno. La cascada de las cascadas. El manantial de los manantiales. El Salvador. La “fonte que mana y corre”. Aunque es de noche. De noche de paz.

Es verdad. It’s true.

Feliz Navidad, que el mundo no se acaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario