"Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo, o que pase de largo, depende en parte de ti"


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lunes, 30 de julio de 2012

Querido porvenir


Querido porvenir,

Hoy tengo muchas ganas de escribirte.

Los humanos somos así. Conforme vamos cumpliendo años, conforme tenemos más tiempo vivido en el pasado y menos tiempo por vivir en el futuro, más queremos tutearnos con el futuro, y menos cuentas echamos del pasado. Y es que como se anhela más aquello de lo que más se carece, yo de joven me moría de ganas de conocer lo que existió antes de mí, y ahora cada vez más quisiera conocer y mejorar lo que haya cuando yo no esté.

Escribirte es dar un salto en el tiempo hacia adelante. Es dirigirse a lo que no existe, pero esperamos que exista; o incluso a lo que existe, y esperamos ser capaces de ver algún día. Escribirte es poner letra a una canción sobre la esperanza.

Por cierto. Las famosas tres virtudes son una buena carta de navegación, que tanto bien ha hecho y hace a las singladuras de la vida de cada cual. Voy a mezclar la Geometría y la Filosofía y la Religión, que pueden y hasta deben mezclarse porque la reacción no produce quemaduras ni vapores que ahoguen el alma o nublen el intelecto, sino al contrario, nos puede llevar a nuevos puntos de vista y conclusiones que nos enriquezcan. Que digo yo que razón y corazón se diferencian en sólo dos letras.

Ya sé que esto no es nada original por mi parte porque de esta simbología están llenas miles de obras de arte, pero yo hasta ahora acostumbraba ver estas tres virtudes como los tres vértices de un triángulo equilátero. Son virtudes teologales, y es que el triángulo cuadra muy bien con lo teológico. Y siempre hay un vértice superior, uno sólo, como siempre se nos recuerda que hay una virtud superior, una sola, que es la Caridad, el Amor donde todo empieza y finaliza como una circunferencia eterna.

Pero hoy no las veo así. Digo como un triángulo. Hoy me ha dado por pensar en una recta. Una línea recta que viene del infinito, y va al infinito. Y que está formada por infinitos puntos que, todos alineados, uno detrás de otro, configuran la recta. Esta recta puede ser un eje temporal. Que viene del infinito, y al infinito va. Y podemos pararnos en cada punto a observarla. Y cada punto que nos paramos a ver, es el momento presente. Y cada punto que nos detengamos a mirar, se convierte en la referencia que parte en dos tramos esta línea temporal: el tramo que viene del pasado, desde el infinito pasado. Y el que va al futuro, al infinito futuro.

La Fe nos viene de atrás y arranca en el pasado, en el infinito pasado; la Caridad sólo se puede hacer cada día, en el presente, aprovechando (¡Carpe diem!) cada momento para querer y ayudar a todos mientras vivimos. Y la Esperanza es pensar en lo que no hay pero queremos que haya. Es el porvenir. Eres tú, destinatario y ojalá receptor de esta carta.

Ningún animal que puebla la Tierra tiene conciencia del futuro ni del pasado salvo el hombre. Digo mejor: los animales sólo saben ver un pasado muy reciente, y un futuro muy inmediato. No ven una recta. Sólo un segmento pequeño de la misma, centrado en el punto del presente. El ser humano sin embargo sí tiene capacidad o al menos curiosidad de mirar al pasado hasta el infinito, y de aventurarse al futuro, hasta el infinito. Sólo la Humanidad, de todo cuanto llena este mundo loco que gira sin parar, puede dirigirse a lo porvenir, y tratarlo de tú a tú, con respeto pero con cercanía, como a un amigo de siempre. Tenemos el logos, la palabra, la inteligencia, y esto nos distingue inequívocamente como humanos. Pero también nos distingue la Esperanza. La Esperanza es la gran virtud que da carta de naturaleza a algo que no existe, pero que puede existir. Es la energía potencial de nuestra inteligencia. Cuanto mayor es, más capacidad tendremos de transformar ese potencial en energía de movimiento y de evolución.

Querido porvenir, estoy encantado de saludarte. Oye. Pásate pronto por casa. Sabes que serás siempre bienvenido y te trataremos como al mejor de nuestros invitados y nos desviviremos para que te sientas en tu casa. Como si quieres quedarte a vivir con nosotros…

Un beso. Un beso al porvenir… ¿un saludo, un abrazo, un deseo, unas palabras, una carta,…? Qué puñetas. Un beso. Un beso al porvenir. Por si acaso.

Todo tuyo,

                                   Adrián

sábado, 28 de julio de 2012

Espíritu edificante (reflexiones pre-vacacionales)


            Vaciarse. Entregarse por entero, sin remilgos. Sin condiciones. Sin esperar recompensa. Darse. Repartirse. Esparcir por el mundo trozos del alma como si fuera una distribución anticipada, en vida, de las propias reliquias de uno mismo.

Esto es bueno. Siempre lo he pensado y siempre lo pensaré. Es una de mis banderas vitales. Porque soy de los que están convencidos que el depósito de nuestra felicidad no se encuentra exclusivamente dentro de uno mismo, sino distribuido en los demás, en el prójimo. Llenando los depósitos de felicidad de otros, estamos realmente elevando también nuestro índice de felicidad. Por eso me vacío tanto. Por eso me entrego tanto a tantas cosas y sobre todo, a tantas personas y a tantos colectivos.

            Pero creo que he cometido un error. Y grave. Aunque confío estar a tiempo de rectificar. Tengo claro que hay un depósito concreto en el que he puesto muchísimo, en el que me he derramado especialmente, pero no sé si el depósito tiene agujeros por abajo (“churn”, se llama a veces técnicamente), o si ese depósito es humanísticamente hablando tan diminuto que todo lo que yo humanamente hablando haya echado allí en realidad está desperdiciado, perdido, derramado.

            Estoy exhausto. Decirlo cuando realmente no se está, es vil. Pero callarlo y negarlo cuando realmente se está, es un peligro para uno mismo. Tuve un profesor de Economía que nos explicó un día con un ilustrativo símil la diferencia entre colaborar y comprometerse: un plato de huevos con chorizo. Para la preparación de este plato, la gallina colabora, y el cerdo se compromete. Siguiendo el símil, llevo siendo cerdo muchos años, poniendo toda mi carne en un asador de donde todavía tengo que intentar no salir carbonizado. Siempre he preferido ser cerdo que no tiene problema en tirarse al barro, y que da generosamente su propia carne para deleitar a los demás, que ven aprovechable en él todo cuanto tiene, a ser gallina que se sube a un palo, cacarea permanentemente y anuncia cada huevo que pone como si fuera lo más importante que ha ocurrido en ese momento en el mundo.

            Hay que usar la cabeza, que para eso está. Pensar. Reflexionar. Lo hago. Y encuentro la receta, la terapia, el tratamiento: espíritu edificante. El que siempre tuve y quizá últimamente he perdido como el que pierde una brújula. Edificarse es crecer. Es trabajar por uno, es formarse, es aprender, es forjarse, es construirse, es mandar en uno mismo. Es ser arquitecto de desarrollo de mi propia alma (que el gran Arquitecto de todas las almas es Otro…). Edificarse es ser positivo, ir a más, siempre a más. Es avanzar, nunca retroceder, pero hacerlo al propio ritmo, llevando el compás, la batuta, el tiempo, el destino. Edificarse es paciencia, piedra a piedra, ladrillo a ladrillo, sin prisa y todo dentro de un plan bien pensado y que al mismo tiempo se rehace cada día: el plan de vivir.

            Y esto empieza hoy.

            Hoy puede ser un gran día, y así me lo planteo, porque aprovecharlo o que pase de largo depende en parte de mí, como dice la canción. Y en lo que a mí respecta, dejo desde ya que me invada completamente el espíritu edificante. El que llenó mi alma y el que jamás debí dejar que saliera por la ventana del alma mientras abría de par en par las puertas dando paso a todo y a todos con una generosidad mal entendida que confunde darse con dejarse avasallar.

            “Eres muy responsable”. Esto lo he oído muchos cientos de veces en mi vida. Debe ser verdad. Así que, como responsable que soy, respondo de mi error. Nadie ni nada tiene la culpa de mis desdichas, sino que soy yo quien tengo la oportunidad de enderezar lo torcido. Soy libre. Libérrimo. En mi alma mando yo, con permiso del Creador, y a restaurarla me pongo, con espíritu edificante.

            Creo que llego a tiempo. Gracias a Dios.

lunes, 2 de julio de 2012

Frutos Del Bosque


El trabajo en general da sus frutos. El trabajo en equipo, también. Más aún.

Del Bosque es grande. Física y psicológicamente. Ve la vida y sus avatares con esa óptica que tienen los que saben cuánto vale un peine, pero un peine de verdad. No el que se usa para peinar cabellos, que a gente como él, poca falta le hará. Yo digo el peine con el que colocar a diario los pensamientos en la cabeza, para que no se nos convierta la mollera en una madeja ingobernable entre lo que nos despeinemos nosotros y lo que nos despeine la vida y sus vendavales. Del Bosque es sabio en fútbol y en la vida. Del Bosque es un huevazos, en el sentido más cojonudo del término. O sea, no un indolente. Un huevazos. Porque sabe aguantar chaparrones, que la vida los trae de serie y muchos. Y fuertes. Y por eso mira así, de frente y sin alterarse, todo lo que se le ponga por delante, sea en la euforia más contagiosa, sea en la decepción más honda. Sabe ponerse delante de su equipo, protegiendo lo que más importa, que es que el equipo funcione como tal, sin intromisiones externas, tanto en las duras como en las maduras. Sabe que los trapos sucios, que su equipo, como todos, los tendrá, se lavan en casa y con mucho respeto. Pero sobre todo, sabe que ganar la Eurocopa, y el Mundial, y otra Eurocopa, y todo seguido, es muy importante, y muy meritorio, y muy extraordinario, pero no lo más grande que uno puede hacer en la vida.

Ojala la gente sepa ir donde va este Vicente. El trabajo en equipo, real y leal, auténtico y sin trampas, sincero y sin dialécticas, riguroso y sin banalidades, da sus frutos. Los Frutos del Bosque. Que son los frutos menos sofisticados, pero los más naturales. Y todos los frutos de este Del Bosque que yo conozco me parecen admirables. Todos.

Gracias, Vicente. He aprendido mucho. Te lo dice un español que sabe de fútbol menos que de primas de riesgo, que ya es decir…