Querido porvenir,
Hoy tengo muchas ganas de escribirte.
Los humanos somos así. Conforme vamos
cumpliendo años, conforme tenemos más tiempo vivido en el pasado y menos tiempo
por vivir en el futuro, más queremos tutearnos con el futuro, y menos cuentas
echamos del pasado. Y es que como se anhela más aquello de lo que más se
carece, yo de joven me moría de ganas de conocer lo que existió antes de mí, y
ahora cada vez más quisiera conocer y mejorar lo que haya cuando yo no esté.
Escribirte es dar un salto en el tiempo
hacia adelante. Es dirigirse a lo que no existe, pero esperamos que exista; o
incluso a lo que existe, y esperamos ser capaces de ver algún día. Escribirte
es poner letra a una canción sobre la esperanza.
Por cierto. Las famosas tres virtudes son
una buena carta de navegación, que tanto bien ha hecho y hace a las singladuras
de la vida de cada cual. Voy a mezclar la Geometría y la Filosofía y la
Religión, que pueden y hasta deben mezclarse porque la reacción no produce
quemaduras ni vapores que ahoguen el alma o nublen el intelecto, sino al
contrario, nos puede llevar a nuevos puntos de vista y conclusiones que nos
enriquezcan. Que digo yo que razón y corazón se diferencian en sólo dos letras.
Ya sé que esto no es nada original por
mi parte porque de esta simbología están llenas miles de obras de arte, pero yo
hasta ahora acostumbraba ver estas tres virtudes como los tres vértices de un
triángulo equilátero. Son virtudes teologales, y es que el triángulo cuadra muy
bien con lo teológico. Y siempre hay un vértice superior, uno sólo, como
siempre se nos recuerda que hay una virtud superior, una sola, que es la
Caridad, el Amor donde todo empieza y finaliza como una circunferencia eterna.
Pero hoy no las veo así. Digo como un
triángulo. Hoy me ha dado por pensar en una recta. Una línea recta que viene
del infinito, y va al infinito. Y que está formada por infinitos puntos que,
todos alineados, uno detrás de otro, configuran la recta. Esta recta puede ser
un eje temporal. Que viene del infinito, y al infinito va. Y podemos pararnos
en cada punto a observarla. Y cada punto que nos paramos a ver, es el momento
presente. Y cada punto que nos detengamos a mirar, se convierte en la
referencia que parte en dos tramos esta línea temporal: el tramo que viene del
pasado, desde el infinito pasado. Y el que va al futuro, al infinito futuro.
La Fe nos viene de atrás y arranca en el
pasado, en el infinito pasado; la Caridad sólo se puede hacer cada día, en el
presente, aprovechando (¡Carpe diem!) cada momento para querer y ayudar a todos
mientras vivimos. Y la Esperanza es pensar en lo que no hay pero queremos que
haya. Es el porvenir. Eres tú, destinatario y ojalá receptor de esta carta.
Ningún animal que puebla la Tierra tiene
conciencia del futuro ni del pasado salvo el hombre. Digo mejor: los animales sólo
saben ver un pasado muy reciente, y un futuro muy inmediato. No ven una recta.
Sólo un segmento pequeño de la misma, centrado en el punto del presente. El ser
humano sin embargo sí tiene capacidad o al menos curiosidad de mirar al pasado
hasta el infinito, y de aventurarse al futuro, hasta el infinito. Sólo la
Humanidad, de todo cuanto llena este mundo loco que gira sin parar, puede
dirigirse a lo porvenir, y tratarlo de tú a tú, con respeto pero con cercanía,
como a un amigo de siempre. Tenemos el logos, la palabra, la inteligencia, y
esto nos distingue inequívocamente como humanos. Pero también nos distingue la
Esperanza. La Esperanza es la gran virtud que da carta de naturaleza a algo que
no existe, pero que puede existir. Es la energía potencial de nuestra
inteligencia. Cuanto mayor es, más capacidad tendremos de transformar ese
potencial en energía de movimiento y de evolución.
Querido porvenir, estoy encantado de
saludarte. Oye. Pásate pronto por casa. Sabes que serás siempre bienvenido y te
trataremos como al mejor de nuestros invitados y nos desviviremos para que te
sientas en tu casa. Como si quieres quedarte a vivir con nosotros…
Un beso. Un beso al porvenir… ¿un
saludo, un abrazo, un deseo, unas palabras, una carta,…? Qué puñetas. Un beso.
Un beso al porvenir. Por si acaso.
Todo tuyo,
Adrián
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